La metamorfosis

Los mallorquinistas más nostálgicos y menos exigentes expresan con cierta frecuencia a través de las redes sociales su deseo de que Etoo fiche por el Mallorca los últimos años de su carrera. Si, así lo dijo el camerunés, que acaba de desmentir el rumor de su interés den presidir el gobierno de su país, antes de empezar a recorrer el amplio territorio que le ha llevado de Barcelona a Inglaterra, Rusia y Turquía y, en algún momento, se convirtió en el futbolista mejor pagado de la FIFA. Bien.

Aquellas palabras no dejan de ser ahora un montón de hojarasca como la que se lleva el viento y si no los barrenderos. No porque Samuel vaya a faltar a su afirmación, que no promesa, si es que la recuerda, sino porque ni él es el mismo que se marchó de aquí tras ganar la Copa del Rey en junio del 2003, ni el Mallorca es aquel en el que militó. Ni siquiera se le parece. Luce los mismos colores y usa el mismo escudo, sigue en el mismo estadio y la misma ciudad, por ahora, pero su sentimiento padece y sus directrices poco tienen que ver con los principios que alumbró su institución y se han conservado casi durante cien años hasta que invasores ajenos y extraños los destruyeran.

Si tuviéramos que celebrar el retorno de tal hijo pródigo si acaso sería como nuevo propietario. Lo intentó sin éxito Aouate, que tampoco fue un buen director deportivo si bien efímero. Y no se nos ocurre nadie con su economía suficientemente dotada y capaz de devolver lo que otros se llevaron sin que soplara siquiera una ligera brisa. ¿Quiénes lo hicieron, señor?. Todos a una como al comendador de Fuenteovejuna.

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