¡Vaya juerga, vaya resaca, vaya camada de zombis que me encontré en esta vida hace dos días! Inimaginable que haya tantos muertos en vida, cada año hay más. Aún me estoy quitando las babas y demás secreciones de esta especie de “aliens” contaminantes. Llegaban en tropel hasta la puerta de mi “domus” y todos querían probar mi carne roja, mi jamón y mi butifarrón. Pues no, que son artículos malos para vuestra salud y os podéis morir, les dije. Todos a una me respondieron !ya estamos muertos! !Ah!es verdad, respondí, pues ya os podéis ir olvidando de mi que yo el día de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos me lo hago de otra manera como me enseñaron padres y educadores, es decir, pienso en ellos, los que nos han dejado, aquellos que conocí y no cuidé ni amé suficientemente bien, los que se fueron sin a penas despedirse y ahora los añoro y les pido perdón por todo lo que dejé de hacer y por lo mal que hice lo que creía hacer bien.
Sé que pertenezco a un minúsculo grupo de personas que no queremos perder lo nuestro, nuestra cultura, lo que nos caracteriza como pueblo. Por lo menos, procuramos analizar y valorar, con cuanta intensidad vale la pena abrazar lo último que viene de fuera. No nos vale cualquier excusa y mucho menos aquella que dice: “es que lo celebra todo el mundo”. Pues no.
Cada vez sucumbimos más a la llamada de estas grotescas formas de celebrar la muerte, algo que tarde o temprano nos ocurrirá a todos. Para esta función no hay porque tener prisa porque llegará. En tan señalado día, no hará falta que hagamos el muerto o que nos disfracemos de tal, nos disfrazarán otros con una mortajita al uso y sólo el arte o buen hacer del que nos practique la tanatoestética, logrará que los presentes puedan proferir aquellas expresiones tan manidas en los velatorios: “parece que duerme” la muerte le sienta tan bien”. Pues eso, que estamos zombis y, lo peor, es que mientras unos ignoramos y otros olvidamos el auténtico sentido de estas fiestas que nos legaron y enseñaron a respetar y a creer nuestros padres, abrazamos los fiestorros que nos preparan los horteras y descerebrados cocineros del marketing y el consumismo desenfrenado. Tragamos como zombis cualquier bazofia perpetuando así el encefalograma plano que caracteriza a la masa de muertos vivientes.
Depués del halloween, algunos pocos, seguimos enteros, con la cabeza sobre las espaldas y los pies en la tierra, con las cosas y las creencias del Alma respetadas, valoradas y a buen recaudo. Dicho lo cual, sé que para muchos estaré casposamente zumbao, pero queda claro que no soy zombi, gracias.





