En el Mallorca han pasado de filtrar documentos internos y transmitir las reuniones del consejo de administración vía móvil al obscurantismo absoluto. lo cual no es objetivamente malo, lo desastroso era lo de antes con la curiosidad de que la transparencia que entonces se exigía, ahora todo el entorno mantiene un otorgante silencio.
Hace algunas semana uno de los socios americanos, Andy Kohlberg, voló a Mallorca con la aparente intención de hacer turismo. Acompañado por Monti Galmés hasta se hizo fotos en Petra para constatar que estuvo en el pueblo que vio nacer a Fray Junípero, el evangelizador de San Diego. Si trató algún tipo de asunto del club no trascendió, pero muy poco después fue el mismísimo Robert Sarver quien subió al avión y se recorrió diez mil kilómetros para, oficial y públicamente, asistir a la inauguración del salón y comedor social de la ciudad deportiva de Son Bibiloni. Echamos de menos la visita del tercero en discordia, Steve Nash, el único del trío que ha practicado un deporte colectivo profesionalmente.
Bien, puesto que la fe, además de mover montañas, es un sentimiento personal e intransferible, no hurgaremos en el motivo oculto de ambos viajes pero, igual que las meigas gallegas, haberlos haylos. Dos desplazamientos consecutivos en breve espacio de tiempo por causa que no se justifica por si misma, invitan a especular con lo que, hasta aquí, sigue siendo un verdadero misterio en fondo y forma. Sobre todo si añadimos lo que se ha silenciado convenientemente y es que Maheta Molango se pasó la semana posterior en Arizona para recibir instrucciones y/o doctrina. Hasta su regreso no se han oficializado los fichajes que no circunstancialmente se han llevado a cabo a coste cero, un arma de doble filo porque si por un lado se puede catalogar de meritoria la gestión, por el otro ahonda en la incógnita de una inversión que, recordemos, se ofreció antes al Glasgow, el Getafe y el Levante. O sea, el inversor sabrá la razón que le mueve, pero no desde luego ese mallorquinismo del que todo el mundo alardea y pocos sienten. Como recuerda el refrán: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.