La necesidad del alquiler vacacional

Hará cosa de un mes, en un artículo mío se podía leer un comentario de un amable lector que decía que no había cómo escribir una perogrullada para que uno supiera que lo están leyendo. Y sabiendo que la verdad de Pero Grullo es aquella que resulta del todo evidente, uno se pregunta qué tiene de llamativo decir una obviedad.Pues, en ocasiones, como el sentido común, las evidencias son dignas de destacar, y quizás por ello este periódico digital resaltó de la entrevista realizada al presidente de PIMECO Bernat Coll este domingo, la aseveración de que el alquiler vacacional favorece a los pequeños comercios y mercados. Parecería que no es necesario decirlo por sabido, pero resulta que sí lo es.

En un año en que ha sido notoria la gran afluencia de turistas en nuestra isla, las casas de alquiler y los cruceros se han llevado las mayores críticas. Los hoteles se han salvado de la mirada inquisitiva de un importante sector de la sociedad. Cada uno tendrá su opinión de si eso ha sido casualidad conociendo la proporción de turistas que llegan para cada tipo de alojamiento.

Las bonanzas del alquiler vacacional -siempre con las reservas del alquiler en comunidades de propietarios- han sido dichas y repetidas por doquier en múltiples foros, pero parece que aún no es suficiente y cabe la necesidad que representantes de relevantes sectores económicos como Bernat Coll lo repitan. Es evidente que los turistas que se alojan en régimen de alquiler acuden a ultramarinos y otras tiendas para realizar sus compras, y que en muchas ocasiones sus comidas y cenas son realizadas en restaurantes.

Llegados a este punto haré una cosa poco elegante con el digital que da cobijo a mis artículos como es hacer referencia a una entrevista publicada en otro medio. Denunciaba el profesor de la UIB Macià Blázquez en Última Hora, que “una pequeña burguesía propietaria de más de una vivienda aspira a vivir de rentas, a vivir sin trabajar, y lo hacen a partir de un bien que es escaso” y en base a ello, y a un posible crecimiento desmedido del territorio construído, pedía la prohibición de alquiler de unifamiliares. Puede que haya algunas famílias que consigan vivir de ello “sin trabajar”, pero sin duda sería una cifra totalmente anecdótica. Para empezar, alquilar una casa a turistas significa mucho trabajo de gestiones de contratación, de puesta a disposición del espacio, de atención al cliente y de limpieza. En absoluto se trata de estar sentado en la butaca esperando como los ingresos van llegando. Pero es que, además, en muchísimos casos, el alquiler vacacional ha supuesto que muchísimas famílias nada burguesas que tenían dificultades para pagar la hipoteca u otros gastos ordinarios pudieran salir a flote. A todo ello, hay que sumar que son muchas las casas que se han salvado de caer derruidas gracias a su puesta a disposición para el arrendamiento.

Está claro que, por necesidad imperiosa, las administraciones han de adoptar políticas públicas para evitar una burbuja inmobiliaria que, además de hacer inasequible la vivienda para muchos residentes, lleva camino de convertirse en otro crack en unos años. Sin embargo, considero que esto, no ha de hacerse con una ley turística restrictiva al extremo, sino con otros instrumentos legales más adecuados que están al alcance del Govern.

El pequeño comercio no necesita de más vapuleos. Está aguantando la proliferación de centros comerciales y la ampliación de horarios. Una restricción de este turismo que viene dispuesto a gastar en tiendas y mercados sería otra irresponsable estocada más.

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