El IX Informe de la Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada) impulsada por Cáritas, arroja luz sobre la realidad social de las Islas Baleares y del conjunto de España. Se describe una sociedad mucho más vulnerable de lo que aparentan las cifras macroeconómicas.
Baleares presenta menos exclusión social pero más vulnerabilidad. Una comunidad autónoma con altos ingresos que padece una desigualdad estructural y donde tener trabajo no equivale a tener una vida digna.
Por un lado, Baleares se encuentra por debajo de la media española en tasa de exclusión social (19,1 %). Pero la verdadera herida aparece en la vulnerabilidad persistente, en la incapacidad de muchas familias para estabilizarse y en el coste desmedido de la vivienda.
El informe señala que el 62 % de los hogares en exclusión cita la vivienda como su principal problema, y que más de la mitad de los inquilinos destinan más del 40 % de sus ingresos al pago del alquiler. Así, aunque la economía se recupere y el PIB crezca, una parte significativa de la población queda al borde del abismo económico sin caer en él abiertamente, atrapada entre el empleo y la pobreza.
Este panorama choca frontalmente con los mensajes triunfalistas que a menudo lanza el Gobierno de España, donde se alaban avances macroeconómicos sin detenerse en la realidad micro, individual, doméstica. Tener un trabajo ya no garantiza cubrir las necesidades básicas y el acceso a una vivienda condiciona la frágil frontera entre una vida digna o la pobreza.
Tener un trabajo ya no garantiza cubrir las necesidades básicas y el acceso a una vivienda condiciona la frágil frontera entre una vida digna o la pobreza
Que Baleares sea un territorio que registra índices algo mejores que la media del país, no debe inducir a la complacencia pues aquí se mezclan indicadores de prosperidad con dinámicas propias de sociedades frágiles. Hay personas que trabajan en el sector servicios y pese a ello, están en riesgo de exclusión o vulnerabilidad. Toda una señal de alarma.
El bienestar se ha convertido para muchos ciudadanos en un espejismo. La desigualdad sigue creciendo. La vivienda impide emanciparse. La precariedad laboral no mejora. Y mientras los titulares hablan de creación de riqueza, una parte sustancial de la población trabajadora sufre penurias.
Las Islas necesitan no sólo crear riqueza y generar empleo, sino asegurar que ese empleo permita una vida digna. Y eso exige políticas valientes en materia de vivienda y empleo, para favorecer el trabajo estable y de calidad, además de fortalecer el tejido social.
De lo contrario, el crecimiento económico seguirá siendo un blindaje para unos pocos mientras la clase trabajadora vive angustiada y con grandes dificultades para llegar a fin de mes y pagar el alquiler.
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