En los últimos días hemos vuelto a sufrir una auténtica intoxicación informativa al hilo del uso, por parte de antiguos directivos de Caja Madrid, de unas tarjetas “opacas” o “black”, expresión que a pesar de lo novedoso hemos adaptado con sorprendente rapidez a nuestro vocabulario.
En primer lugar, vaya por delante que me alegro enormemente de la desaparición de las Cajas de Ahorros. En mi opinión, se trataba de una extraña figura jurídica que actuaba como un banco, pero sin estar dirigidas por banqueros. Y así acabaron: financiando una burbuja inmobiliaria y desapareciendo de la manera más discreta posible, previo rescate multimillonario con dinero público en algunos casos.
Dicho lo anterior, no me parece de recibo el tratamiento mediático que se les está dispensando a los antiguos beneficiarios de las tarjetas black. Sé que no aumentaré mi popularidad por decirlo, pero permitid que me explique.
Todos los ciudadanos de este país disponemos de un derecho fundamental denominado presunción de inocencia. La presunción de inocencia es un principio que ya se contemplaba, por ejemplo, en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) o en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU (1948) y que consiste en que nadie, por muchas evidencias que parezcan existir, puede ser declarado culpable antes de ser juzgado. Y, aunque muchos parezcan olvidarlo, juzgan los jueces, no los medios ni los tertulianos.
En el caso de las tarjetas opacas, los medios de comunicación se han recreado en el uso para fines digamos ociosos que diversos directivos dispensaban a las tarjetas. Es decir, todos y cada uno de los ciudadanos de este país se ha enterado de si un consejero usó una tarjeta para pernoctar en un hotel o para comprar lencería, con los problemas que ese dato le puede ocasionar al consejero en cuestión.
Al hilo de lo anterior yo me pregunto: ¿es razonable publicar el detalle de sus gastos sin que antes hayan podido explicar por qué motivo disponían de una tarjeta y si había algún tipo de protocolo o normativa que la amparase? ¿Casa bien la publicación de aspectos tan íntimos como la hora y el lugar en el que has cenado con la presunción de inocencia? ¿Realmente creen Uds. que alguno de los antiguos directivos de Caja Madrid que utilizaron la tarjeta es beneficiario de la presunción de inocencia? A mi juicio, por muy impopular que pueda ser, no es razonable montar juicios paralelos, ni con las tarjetas opacas ni con ningún otro tema. No pretendo ni mucho menos infravalorar la posición de la prensa en la sociedad actual, pero creo que todos somos inocentes hasta que una sentencia firme diga lo contrario.
Creo firmemente en la presunción de inocencia de cualquier persona, sea un presunto banquero o sea un presunto terrorista, e intentaré no “condenar” a nadie antes de que se celebre el preceptivo juicio. Como he defendido en otras ocasiones, vivimos en un estado de derecho que se nos debe aplicar a todos.
Vaya por delante, como he dicho al principio, que la normativa de las Cajas de Ahorro me parecía un auténtico dislate. Tengan Uds. en cuenta que la Ley de Cajas de Ahorro exigía que la mayoría de los miembros de su Consejo tuvieran los conocimientos necesarios para ocupar el cargo: ¡La mayoría, no la totalidad! Es decir, que en los Consejos era legal que hubiera gente que no tuviese ni idea de los asuntos que se estaban tratando. Eso sí era un escándalo.





