La revolución cultural

En un país en el que una candidatura electoral liderada por Belén Esteban hubiera obtenido hasta siete escaños (entiendo que en circunscripción electoral única como en las Europeas) es evidente que tenemos un problema. En un país en el que todo un plató aplaude a Bertín Osborne cuando propone medidas para salir de la crisis que, ignorante de él, no eran sino la repetición del proteccionismo que en los años 30 acabó por hundir el sistema económico tras el crack del 29, es evidente que algo no funciona. En un país en el que el Ministro de Hacienda, en funciones de humorista de guardia, afirma que el problema del cine español es que no hay espectadores porque no tiene calidad, identificando audiencia con calidad, es evidente que debe haber destituciones. España es un país muy peculiar. Tras siglos de esperpento político dirigido por reyes infames y validos sinvergüenzas, quedamos fuera de todo cuanto proceso de Revolución Industrial modernizaba Europa, prefiriendo a personajes como Curro Jiménez o El Algarrobo que al trabajador cualificado o al pequeño empresario. Preferir el absolutismo frente a la ilustración francesa provocó en España un retraso económico de incalculables consecuencias, ante la práctica inexistencia de una clase media que es, en definitiva, la que funciona como motor de progreso. Sin tejido industrial mínimamente sólido y sin una clase media con suficiente masa crítica, España vivió el Siglo XIX de espadón en espadón, mientras su indisoluble unidad, ya proclamada en las Cortes de Cádiz en 1812, no pasaba la prueba del algodón de las revueltas criollas en Sudamérica, que acabaron con la independencia de todas las antiguas colonias excepto Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que se perdieron en 1898 frente a la potencia emergente de EEUU, paradigma precisamente de la clase media y de la revolución industrial de las que España carecía. Sumida en la profunda crisis de 1898, la fantasmagórica España vivió en la mentira y en la ilusión de grandezas pasadas, como en un absurdo decorado de cartón piedra de una película de serie B. Sin embargo, es en ese momento en el que el Regeneracionismo, el Krausismo, de la mano entre otros de Joaquín Costa o Fernando Giner de los Ríos (creador de la Institución Libre de Enseñanza), se rebelan contra esa España ficticia y reivindican la España real, la España depauperada, hambrienta y analfabeta de finales del XIX y principios del XX a la que hay que tratar de urgencia de sus principales enfermedades. El Regeneracionismo se suele identificar con dos grandes terapias para los problemas de España. Despensa y Escuela. Tales “remedios” acabaron siendo el lema de dicho movimiento intelectual y político. Despensa para el hambre y la carestía de servicios públicos, y Escuela para el analfabetismo, el atraso cultural, heredado de aquellos que prefirieron la hidalguía bravucona y el absolutismo que la Ilustración y las luces. Un siglo después, parece que el asunto de la despensa ha mejorado de forma sensible, aunque decirlo en tiempos de crisis como los actuales pueda parecer contradictorio. Pero si en Ibiza, por poner un ejemplo, la esperanza de vida en 1900 era de poco más de 35 años y ahora está en los 80, es decir, más del doble en 100 años, será porque algo ha mejorado. Si, según datos recientes, en España se van a la basura 200 kilos de comida por habitante y año, parece que no solo tenemos capacidad para alimentar a la población sino que además producimos mucho más de lo necesario, destruyendo después el exceso para que los precios no bajen, en lugar de establecer canales sólidos de redistribución de esos sobrantes a través de los bancos de alimentos. El sistema sanitario público español es de los mejores del mundo a día de hoy. Quizás en un par de años ni será sistema ni será público, pero a día de hoy es modélico. Y eso se ha conseguido en estas últimas décadas. En resumen, el tema de la Despensa Regeneracionista parece estar satisfactoriamente resuelto. Pero desde luego, y a la vista está, tenemos un suspenso de tomo y lomo en el asunto de la Escuela. No solo hacemos el ridículo de forma sistemática en cada Informe PISA, sino que parece que en el fondo nos importa un pito, como si a Curro Jiménez le explicara Lavoisier su Ley de conservación de la materia. Es cierto que el porcentaje de escolarización es del 100%. Pero el porcentaje de fracaso escolar en España está en el 30% en los hombres y algo menos en las mujeres. El doble que la media europea. Andalucía, Canarias, La Rioja, Murcia, Castilla la Mancha y Baleares lideran ese índice en España, superando ese 30%. ¿Por qué uno de cada tres jóvenes abandona sus estudios básicos antes de completarlos? Más allá de casos puntuales que merezcan otra explicación, entiendo que se trata del atractivo del dinero rápido por un trabajo sin excesiva cualificación, ya sea por necesidad de dinero urgente o por vivir con unos ingresos que de estudiar una carrera no se verían, con suerte, hasta pasados los 30 años. Todo trabajo es digno si se hace con profesionalidad, y no todo el mundo tiene que ser ingeniero aeronáutico o Notario, pero tengo la sensación de que en España, en términos generales siempre injustos, se minusvalora la formación, se desprecia el estudio y se desconecta ante el debate de los matices. Preferimos el brochazo y la frase gruesa que la complejidad del análisis. Ante esta situación, que se demuestra precisamente en esos siete escaños de Belén Esteban, en los datos de fracaso escolar, en el número de cines y editoriales que han tenido que echar el cierre, en la permanente crisis de las artes escénicas, de la música… me parece necesario recuperar la idea regeneracionista de Escuela. Es necesario concienciar a la sociedad de que la formación, los estudios y la cultura son tan importantes como cualquier otra cosa importante de la vida. No son pérdidas de tiempo, no son hobbies. El espíritu crítico, la capacidad de análisis, nacen de la formación y de la cultura. La rebelión útil, aquella que plantea alternativas a lo que no nos gusta, también. El chascarrillo fácil del Ministro Montoro respecto a que algo es malo porque nadie lo va a ver merecería su destitución fulminante en tanto en cuanto señala que solo la cantidad justifica la calidad, por lo que deberemos entender que, por ejemplo, Dan Brown es mejor escritor que, pongamos por caso, Ricardo Menéndez Salmón, porque vende más libros. O que Belén Esteban debe sustituirle en el cargo porque sin duda la de San Blas tiene más fans que el Ministro locuelo. No cabe duda de que algunos nos consideran borregos, y que nos tratan como a tales. Nos utilizan y manipulan, nos engañan y, ahora, además, nos espían por nuestro bien. Es la hora de la revolución: llenemos las bibliotecas, los institutos y los colegios. Exijamos la mejor formación y la inversión en medios para nuestros hijos y preocupémonos de apoyarles para que no abandonen. Vayamos al cine, al teatro, exigiendo la reducción del IVA del 21 al 4%. La cultura y la formación nos harán libres. Serán los puntos de apoyo para mover el mundo. Bastará que lo creamos.

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