Empezamos la semana que acabará el domingo 23, día de Sant Jordi, que es el día mundial del libro y los derechos de autor y también el día de la lengua castellana y el de la inglesa. Este día tiene un especial significado entre nosotros, ya que festejamos el día del libro desde muchos años antes que fuera designado internacionalmente por la UNESCO y lo complementamos con la entrega de una rosa a la persona, o personas, que queremos.
El 23 de abril de 1616 murió Miguel de Cervantes, hay estudiosos que opinan que fue el 22, pero la fecha oficial en el certificado de defunción es el 23. También ese mismísimo día murió William Shakespeare, quien, curiosamente, había nacido en abril alrededor de esa misma fecha, aunque no se sabe con exactitud, de 1564. La coincidencia temporal de la defunción de los dos más grandes genios de la literatura española e inglesa es, sin duda, extraordinaria y, con toda probabilidad, motivó a la UNESCO a declararla como día internacional del libro, acompañándolo de los derechos de autor. Por cierto, también es el día en que nos dejó Josep Pla, uno de los más grandes escritores en lengua catalana.
Para los lectores empedernidos y bibliófilos como yo esta es una de las mejores semanas del año, sino la mejor. El ritual de comprar algunos libros, para mi y para regalar a mis allegados, es una de las mayores satisfacciones que me proporciona el calendario, aunque también es motivo de cierta melancolía y decepción, cuando llegas a la conclusión de que a pesar de todos tus esfuerzos por contagiar a tus seres allegados tu amor por la lectura, no siempre te ves recompensado por el éxito.
La tradición de regalar una rosa a la persona amada es un complemento ideal. El amor intelectual y el amor físico se funden en un matrimonio simbólico que representa una gran parte de lo mejor del ethos de nuestra sociedad. En otra ocasión que escribí sobre la fiesta de Sant Jordi en esta columna, no recuerdo si el año pasado o hace dos, un amable lector tuvo a bien escribir un comentario en el que venía a decir que esta fiesta era una tradición catalana y era ajena de Mallorca. No me lo parece. Mi mujer es mallorquina, pollensina, con 16 (y más) apellidos mallorquines y cuando la conocí al poco de llegar a la isla, hace ya 45 años, ya conectamos en esta celebración del libro y la rosa. En cualquier caso, se está convirtiendo, ya se ha convertido, en una festividad universal y creo que no podemos sino felicitarnos por ello.
Les deseo a todos una alegre semana de Sant Jordi, que culmine el domingo con un buen paseo por los puestos y tenderetes y las propias librerías, ojeando y hojeando los libros que les llamen la atención, o los que tuvieran en mente, adquiriendo los que les vengan de gusto y comprando y regalando la rosa, o rosas, del color que sea pertinente, a la persona, o personas, de su estima.