No ha desembarcado aún la inteligencia artificial y ya hemos demostrado que, como ser humano, nos viene grande gestionar la tecnología. Hasta los que se supone son las fuerzas de seguridad y contraespionaje más inteligentes del planeta. Y, lo que es peor, la mayoría de veces no ocurre por maldad sino por negligencia al minusvalorar su enorme potencial.
Cuando el Departamento de Defensa americano fomentó el uso de una pulsera para que sus soldados practicaran deporte allí donde estuvieran destinados, no fueron a pensar que estaban dando gratuitamente pistas a los espías enemigos o a los terroristas de las zonas en conflicto.
El escándalo de la aplicación Strava (red social de deportistas) que publica los circuitos que emplean los soldados al practicar deporte ha provocado un escándalo que saca a la palestra aquel aforismo de que “la realidad siempre supera la ficción”. Ni en la mente de los guionistas más creativos de Homeland se hubiera ocurrido un argumento en el que los terroristas acceden a información pública en Internet, a un solo clic, para localizar y bombardear bases en territorio hostil. Menos mal que el descubrimiento no lo ha hecho el ISIS o Kim Jong-un sino un joven australiano de 20 años.
La aplicación Strava, como casi todas, permiten hacer un uso privado de los datos y evitar su publicación, pero parece que nadie de la inteligencia americana cayó en la cuenta de activar esa opción. La consecuencia fue que se publicaron los circuitos por donde salen a correr los soldados y eso, en un país “oscuro” en el que nadie más que ellos usan este tipo de pulseras no deja lugar a dudas. Así ha ocurrido en zonas de conflicto como Yemen, Afganistán o Siria.
El valor del dato es enorme. Casi ninguno de nosotros leemos las infumables condiciones de uso al instalar una aplicación pero al dar a Aceptar estamos asumiendo que puedan hacer uso de nuestra información. Se dice, con gran razón, que cuando un producto es gratis, el producto eres tú.
Nuestro teléfono móvil guarda valiosa información: dónde vivimos, donde pasamos la noche, cuánto dormimos, a qué hora nos levantamos, dónde trabajamos o cuál es nuestra cafetería favorita.
Todo eso si, cómo la gran mayoría de los mortales, no hemos desactivado los servicios de ubicación o localizaciones. Información ideal para los cacos y malhechores.
La mala utilización de los teléfonos móviles ha causado rupturas de parejas, un golpe importante al Procés durante esta semana y un daño enorme a la inteligencia americana.
Si no aprendemos a convivir con la tecnología en una fase incipiente como la actual, cuando venga la tecnología inteligente, estaremos perdidos. No en vano, una mente privilegiada como la de Stephen Hawkings augura que es el principal enemigo para la raza humana. Y si no es perjudicial por sí mismo, nosotros hacemos que lo sea por una mala utilización.