Los datos no dejan lugar a dudas: sólo un 1% de los vehículos que accedieron a la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) de Palma desde su entrada en vigor incumplía la normativa. Es decir, el 99% restante ya cumplía los requisitos antes de que se activara el sistema. ¿Conclusión? La ZBE, tal y como está planteada a día de hoy, no ha cambiado absolutamente nada.
La puesta en marcha de esta medida —obligatoria por mandato de la Unión Europea— no ha modificado ni la afluencia de tráfico ni los niveles de contaminación, que ya eran bajos. La foto de la ciudad es prácticamente la misma que antes del 1 de enero: mismo número de coches, mismos atascos y mismo aire. Con una salvedad: se han gastado recursos públicos para desarrollar, implantar y gestionar un sistema que, por el momento, tiene un impacto real nulo.
Esto no significa que haya que renunciar a aplicar políticas medioambientales. Al contrario. Pero sí exige una reflexión crítica sobre cómo se aplican las normas que llegan desde Bruselas y cómo se interpretan a nivel local. Adaptarse a los tiempos implica eficacia, no simple cumplimiento formal, para no perder fondos europeos.
La puesta en marcha de esta medida —obligatoria por mandato europeo— no ha modificado ni la afluencia de tráfico ni los niveles de contaminación, que ya eran bajos
Tal vez la ZBE comience a notarse cuando se endurezcan los requisitos y se excluyan vehículos más contaminantes. Tal vez. Pero hoy por hoy estamos ante un ejemplo más de legislación bienintencionada que, mal aplicada o implementada con tibieza, se queda en papel mojado.
La circulación en el centro de la ciudad, sobre todo en el casco antiguo, ya estaba fuertemente restringida a todo tipo de vehículos antes de la puesta en marcha de la ZBE. De forma que poco ha cambiado la situación.
Pero con la ZBE los ciudadanos perciben una desconexión cada vez mayor entre la normativa y la realidad. Si la realidad no cambia, entonces ¿de qué sirve restringir la entrada de vehículos e imponer sanciones?
Si las políticas ambientales se convierten en burocracia vacía, la ciudadanía no tardará en rechazarlas. Y eso sí que será delicado.





