Algunas de las mejores cosas de nuestras vidas las descubrimos o nos suceden por casualidad, aunque también es verdad que el azar puede intervenir a veces en otras cosas seguramente no tan buenas.
Estadísticamente, y por fortuna, casi siempre suelen ser muchas más las cosas buenas. Una de ellas me pasó hace apenas unos días, cuando los misteriosos algoritmos hicieron llegar hasta mi móvil un poema titulado 'Me seducen las mentes', del escritor granadino Juan Huertas, al que no conocía hasta entonces.
Empecé a leer esa composición de inmediato, pues su llamativo epígrafe había logrado cautivarme —iba a escribir 'seducirme'— de manera muy potente y casi instantánea.
«Me seducen las personas inteligentes,/ aquellas que tienen la capacidad/ de crear dudas en todo lo que yo defiendo./ Sin levantar la voz./ Sin necesidad de llevar la razón», decía el poema en su primera estrofa, con cuyo contenido me identifiqué plenamente, pues a mí también me fascinan por completo ese tipo de personas.
«Me crean admiración las personas/ que buscan distintas formas de pensar,/ aquellas que solo se posicionan con argumentos/ y no intentan convencer a nadie./ Capaces de ver otros puntos de vista/ y encontrar el mínimo común/ para continuar la conversación», exponía la segunda estrofa, en donde Huertas profundizaba aún un poco más en su posición originaria.
«Me seducen las mentes/ con más preguntas que respuestas,/ aquellas que, pese a las diferencias,/ son capaces de escuchar,/ entenderte y contestar./ Sin perder la sonrisa», concluía el poema, con ese último verso que me pareció un epílogo magistral, pues en mi opinión daba aún mayor sentido y fuerza a todos los versos anteriores.
Tras leer este excelente poema, me pregunté justo a continuación si en nuestro querido país ese tipo de personas y de mentes son hoy mayoritarias o, en cambio, más bien minoritarias, ya sea en nuestros círculos personales y profesionales más cercanos, en los ámbitos cada vez más omnipresentes de las redes sociales y las tertulias periodísticas o en los inaprensibles mundos del poder económico y político.
Mi respuesta a mi propia pregunta no fue, lo reconozco, demasiado aleccionadora ni optimista, pues llegué a la conclusión de que las personas y las mentes que tan bien describía Huertas en aquel poema parecen estar hoy en España prácticamente en vías de extinción. O como mínimo en serio retroceso numérico en nuestro actual ecosistema mediático.
También es cierto que luego pensé que quizás esas personas y esas mentes no hayan sido tampoco muchas en el pasado, sobre todo si hacemos un breve repaso de lo que ha sido nuestra convulsa historia desde principios del siglo XIX hasta nuestro actual presente.
Esa historia demostraría que aquí lo que nos seduce de verdad no es el sentido común, el diálogo sereno, el respeto mutuo o la inteligencia emocional, sino, ay, el dogmatismo, la bilis, la intolerancia en todas sus formas posibles y el «y tú más».
Por ello, tienen y tendrán siempre tanto valor poemas como el de Juan Huertas, porque, además de conseguir emocionarnos con sus palabras, tienen también la capacidad de ayudar a resituarnos en la vida, en una vida en donde siempre deberían ir de la mano la reflexión calmada, la piedad y la sonrisa.
3 respuestas
De acuerdo en todo, excelente artículo. El poema debería ser de lectura obligatoria en las escuelas.
Sin duda
Debería darse más difusión a esto y no a otras cosas.