Lo maté porque era mío

Con la nueva ley de Gallardón sobre el aborto pasa como con los Ojos del Guadiana, uno cree que el tema ya desaparece del espacio público, y sin embargo resulta que solo se esconde para reaparecer algo más tarde.

De ello, del resurgimiento del tema, se ocupan y preocupan especialmente los grupos proabortistas, que ni son sólo feministas ni son solo de izquierdas, lo que sí son todos, y esto sin excepción, es cada vez más agresivos y cada vez con menos razón.

Ante el cardenal Rouco Varela un grupo de histéricas confundió el culo con las témporas gritando ante su excelencia que el aborto es sagrado… ¡hay que ser bambols! Lo sagrado por definición es aquello que nos acerca a Dios o a Él pertenece, así el creyente considera sagrada la vida por atribuirle a ella un origen divino, sin embargo, considerar sagrado el aborto es una bobada similar a la de considerar beato de la santa Iglesia Católica a Fidel Castro o a Adolfo Hitler. Lo dicho, bambols de pata negra.

Me resultaría muy gracioso aunque solo fuera por compensación,  ver a un grupo de maromos asediando a alguna proabortista casi octogenaria, mostrándole descaradamente el ciruelo y gritando alguna sandez parecida a la majadería que ellas se desgañitaban en chillar, pongamos por ejemplo: Quien con el pene preña, la vida no desdeña. Ya digo, es un ejemplo, no se me enfade nadie porque además la situación resultaría posiblemente delictiva, ¡ah! ¿No lo sabíais? Pues sí queridas mías,si os rodea un grupo de maromos, con la sus partes nobles en ristre, puede venir la policía y armarse la gorda. Por enseñar las tetas al cardenal no ha pasado nada porque el hombre ni siquiera lo ha denunciado. Enseñar el pene a una señora feminista proabortista, cabreada con el género masculino y con el mundo,  sí lo puede ser, debido a la discriminación positiva que hemos otorgado a la mujer… ¡ay, se nos ha ido la manita! ¿No?

No reinas, aunque gritéis mucho ante un cardenal de setenta y cinco años cumplidos no tenéis razón, por muy conservador que sea insultando y gritando se pierde la razón me enseñó mí madre y algún que otro jefe. Por mucha teta que aireéis, no tenéis razón, por más beligerancia que mostréis, la verdad ni la razón no os asisten. Queridas ante vuestra ignorancia colocáis a una sociedad en su lugar, una sociedad que gracias a vosotras empieza a estar harta de feminismo beligerante, trasnochado y con demasiados tintes anti todo lo que sea masculino. Estáis repitiendo todos los pecados del machismo más rancio, las mismas falacias, idénticas tonterias, exacta majadería. Por no soportar el machismo os habéis pasado siete pueblos y os habéis convertido en insoportables, así de claro aunque os pese.

Me recordáis, lo digo sin acritud -como decía Felipe González-  a aquellos cenutrios de mi niñez y juventud; aquellos machos de camiseta sudada y pelo de oso en el pecho, que consideraban a la mujer una cosa de su exclusiva propiedad. No concedían a la mujer ni el más mínimo resquicio de emancipación, ellas eran del macho, no se pertenecían a ellas mismas, sin su hombre no eran nada, sólo importaban si a él estaban referidas.

Ni siquiera en aquellos momentos los hombres eran todos malos, la mayoría se deslomaban en el tajo, en al campo o en la mina. Reconozcamos sin embargo que la mujer lo tenía mal o muy mal, primitivos los había entonces como hoy los hay.

Ante ellos, ante esos neandertales, el feminismo podía y puede tener razón, aunque, reconozcámoslo, en aquel momento no había feministas sino mujeres sometidas al marido, lo del feminismo no se estilaba del mismo modo que, y de esto estoy totalmente seguro, no se usa que ninguna morilla se destete ante la presencia del ulema de su mezquita. Sois muy valientes, señoras de Femen,  porque de la discriminación negativa hemos pasado a la discriminación positiva, con Ley de Paridad incluida, ¡Que manda huevos la puñetera ley! Lo habéis tenido crudo en la historia y habéis sido sometidas secularmente. Por favor no nos jorobéis ahora repitiendo en femenino las sandeces que sufristeis, porque en esa repetición perdéis toda la razón acumulada durante siglos.

El macho dominante y dominador, alienador de una mujer que consideraba de su propiedad, berreaba lo mismo que estas activistas de Femen. No era extraño que aquel, tras un asesinato pasional, y con cara de absoluto imbécil arguyera aquella frase tan manida de: La maté porque era mía. Suena fatal ¿verdad? Pues eso, queridas, eso exactamente es lo que, agresiva y belicosamente, gritáis las proabortistas, las de Femen y el resto: Mato al feto porque es mío. Sí, ya sé que tenéis más repertorio, estoy harto de escuchar: con mi cuerpo hago lo que quiero; y no olvidemos la del famoso pareado: Nosotras parimos nosotras decidimos. Entre aquellos bambols de antaño y estas impresentables no hay demasiada diferencia, uno casi diría que resultan ser los mismos perros con distintos collares, o si lo queréis en sentido más estricto, los mismos canes con diferente sexo. Sexo distinto, poquitas neuronas en ambos casos.

Deberían saber, las proabortistas beligerantes, que en nuestra sociedad nadie hace con su cuerpo lo que quiere. En el coche me obligan a ponerme el cinturón, en la moto el casco, no me permiten la eutanasia, ni puedo defecar en la vía pública… ¿Qué es eso de que mi cuerpo es mío? Por esa regla de tres puedo conducir sin cinturón, y encima exigir que, si me quedo parapléjico para la vida por el batacazo que me he pegado, la sociedad pague mi irresponsabilidad de circular a doscientos con los faros apagados por la carretera de Sa Calobra en una noche sin luna. Imaginemos la escena que tiene guasa, el Guardia Civil te pilla y tú le das la respuesta según el argumento de las proabortistas: Mire señor guardia, no se me ponga chulo que mi coche es mío, mi cuerpo también, y las ganas de tener un accidente eran el motivo real de mi vida… vamos ¡Para mear y no echar gota! ¡Hay que ser …! Me callo, porque tengo ganas de decir palabrotas, y como he dicho antes no quiero perder mi razón.

No quisiera terminar sin desmontar la última parida de las feministas proabortistas. Ellas, tan monas como ignorantes, gritan una y otra vez que la vida del feto les pertenece. Fantástico queridas!!!. Supongamos que yo tengo a mi padre con Alzheimer y debo cambiarle el paquete cada pocas horas además de tener que controlarlo en todo momento. No me digáis, queridas, que su vida no está en mis manos porque por él mismo no puede ni beber un vaso de agua… ¿Qué hago? ¿Lo puedo matar? ¿Yo lo cuido, yo lo suicido? ¿Es ese el plan?. Ni te cuento la de minusválidos que pueden echarse a temblar si vuestro pensamiento triunfa. Según vosotras, amables desconocedoras de la palabra VIDA, todo dependiente tiene un cuidador, y según vuestra abominable normativa todo cuidador, todo custodio, puede decidir si continúa con el mantenimiento de la vida de su protegido o si le da matarile… no si al final será verdad que consideráis a Hitler un beato a venerar.

 

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