Diez personas se suicidan cada día en España. Siete son hombres. Ocasionalmente son noticia y solo saltan a los medios de comunicación cuando las circunstancias del entorno alimentan el morbo ciudadano.
Corresponde a la causa más frecuente de fallecimientos no naturales. En el último año registrado han aumentado un 11 por ciento. Casi doblan a los fallecidos en accidente de tráfico y representan la principal causa de muerte entre los 25 y los 35 años.
La magnitud de la cifra, la edad de los fallecidos y la diferencia entre géneros obligan a la reflexión.
¿Qué variable personal puede estar incidiendo en su génesis? ¿Puede estar influyendo la situación socio económica? ¿Estamos haciendo algo mal? ¿Tenemos capacidad para reducirla?
Me asaltan muchos interrogantes y pocas respuestas. En realidad, de forma general, la vida nos enseña todo lo contrario. Las personas somos capaces de cualquier cosa por alargar nuestra vida unos minutos.
El nivel de sufrimiento que acompaña a los que deciden quitarse la vida es extremo y no somos capaces de detectarlo. O lo que es peor, no sabemos ayudarles. Como en tantas situaciones la solución no es fácil ni única. El primer paso es reconocer el problema y su dimensión, profundizar en las variables que lo generan y buscar soluciones específicas. Bien vale la pena.





