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Los antivacunas son un peligro público

Por Joan Miquel Perpinyà
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jmperpinyamallorcadiariocom/10/10/25
jueves 05 de agosto de 2021, 04:00h

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Haciendo un enorme esfuerzo, puedo entender a aquellos que sienten recelos por las vacunas del Covid-19 y que optan por no inmunizarse. Son víctimas de campañas de desinformación que les han convencido de que las vacunas no son seguras y muchos de ellos prefieren esperar cautelosamente, pues creen que han sido autorizadas sin haber pasado los controles acostumbrados. Están equivocados porque la evidencia científica y la realidad demuestran que las vacunas están salvando vidas, como las han salvado de otras muchas enfermedades que, gracias a ellas, están prácticamente erradicadas.

Pero que ellos no quieran vacunarse, lejos de ser un ejercicio de libertad individual respetable, es ya una muestra de irresponsabilidad y de temeridad, que está haciendo que las UCI y los hospitales vuelvan a llenarse y a colapsar los servicios de Atención Primaria, lo que perjudica a la mayoría de la población que sí atiende las indicaciones de las autoridades sanitarias y se ha vacunado.

Es por ello que ante este comportamiento ilógico y temerario, el Govern balear y el Gobierno de España deben comenzarse a plantear qué medidas adoptar ante esta amenaza a la salud pública. No creo que la vacunación obligatoria sea compatible con nuestra Constitución, pero sí es factible adoptar medidas que protejan a quienes se han vacunado de aquellos que no lo han hecho, del mismo modo que se está haciendo en Francia y en otros países.

Si no te quieres vacunar, allá tú; pero debes saber que no podrás acceder a determinados servicios públicos de carácter colectivo, como el transporte público, espectáculos públicos, etc. Ya verán como muchos de aquellos que rehuyen el pinchazo, cuando no puedan disfrutar de determinados servicios, optarán por inmunizarse.

Dada la situación de pandemia en todo el planeta, y cuando ya se ha comprobado que las vacunas evitan que mucha gente muera, aquellos que egoístamente siguen negándose a aceptar la realidad, deben ser coherentes y aceptar las consecuencias que se derivan de su posición negacionista e intransigente. Se están poniendo en riesgo y, con ellos, a los demás ciudadanos, que sufren directamente el perjuicio de que los hospitales se llenen de enfermos que no han querido vacunarse.

No se trata de limitar derechos fundamentales ni de establecer obligaciones sin sentido o caprichosas. Se trata de salvar vidas.

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