Los desafíos

El nuevo año ha empezado y los retos de futuro ya forman parte de nuestro presente. El sistema sanitario afronta el 2015 con un desafío urgente, cada vez más urgente, a pesar que lleva doce años esperando. Nos referimos a la suficiencia financiera y el cumplimiento presupuestario.

Desde las transferencias sanitarias, en enero de 2002, se han producido desvíos en las cuentas públicas de forma sistemática. Si bien, el escenario de crisis, la reducción de ingresos y el compromiso de déficit lo han hecho más visible. La evolución de la partida económica a la que dedicamos más del 35 por ciento de nuestro presupuesto autonómico es trascendental para el resultado financiero global.

Además, las claras, pero tibias mejoras de la economía, irán dirigidas a consolidar las distintas demandas sectoriales y no es previsible, de entrada, que se dispongan de fondos complementarios para la asistencia sanitaria.

Pero no es menos cierto que, con una asignación capitativa de más de mil trecientos euros y con el lastre del déficit acumulado asumido por la deuda general, no es un objetivo inalcanzable. Obviamente precisa de contratos programa realistas, desagregados por áreas, sectores, gerencias, servicios y niveles sanitarios y con un estrecho seguimiento presupuestario.

Enfrentarse al nuevo ciclo con el deber de cumplir el presupuesto asignado es el gran reto de nuestro sistema de salud. Pero el reto global no debe desvirtuar el cumplimiento de los objetivos prioritarios concretos. Las actuaciones deben centrarse en los ámbitos de protección de los más débiles, en el amparo de la discapacidad y la dependencia. Sin olvidar que los ciudadanos esperan ver reducidas las esperas diagnósticas y quirúrgicas y que existe una inusitada expectación en la introducción de las innovaciones terapéuticas en el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y las enfermedades infecciosas. De ellas dependen muchas vidas.

En este campo, hay que entender que el debate partidista que envuelve la introducción de los nuevos tratamientos contra el virus de la hepatitis C está generando más crispación de la conveniente. De la misma manera que los reiterados mensajes que se lanzan desde algunos medios afirmando que la evolución irreversible de las cirrosis que llevan más de 30 años progresando pueda depender del intento de la erradicación del virus y no, como es el caso, de un trasplante hepático generan lógica indignación. Además, nadie diría que pertenecemos al selecto grupo de los cuatro países de la UE que han introducido todos los nuevos antivirales en la financiación pública.

Tampoco ayudan las consecuencias tardías del castrismo (Carmen Castro dimitió como consejera de salud en julio de 2012) que han obligado a jubilarse, en contra de su voluntad, a una parte significativa de la generación de profesionales que consolidó nuestro sistema de salud, por medio de una orden que ha sido anulada por el Tribunal Superior de Justicia de Baleares.

En este mismo sentido, la situación de incertidumbre que sobrevuela desde hace meses al modelo MUFACE puede generar una transferencia de beneficiarios, no prevista, hacia el sistema de provisión directa.

El escenario es complejo. El reto apasionante para un verdadero servidor público. Por ello y por muchas otras cosas, conviene no olvidar la manida afirmación que dice algo así como que como la política, la de verdad, es el arte de hacer posible lo necesario. Vista, suerte y al toro.

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