Los muertos de la oposición

Virginia Ortiz perdió a su primo en las inundaciones producidas por la DANA de 2024. En Letur. En el funeral, celebrado en el aniversario de la tragedia, dijo que «el causante de la tragedia es quien omite su deber», e inmediatamente La Sexta lo subtituló: «las víctimas señalan a Mazón»; a continuación, todos los opinadores se apresuraron a repetirlo. Letur no está en la comunidad valenciana sino en Albacete pero, como diría Pachi López ¿a usted que más le da?

Al mismo tiempo los mariachis habituales denunciaban escandalizados que Mazón tuvo noticia mientras comía del desbordamiento del río Magro en Utiel, así que debería haber previsto la riada que arrasó Paiporta algo más tarde. El caso es que el Magro no pasa por Paiporta y difícilmente pudo inundarla pero, de nuevo, ¿qué más da?

Es decir, lo han vuelto a hacer, y hay que quitarse el sombrero. No en homenaje a su falta de escrúpulos, sino a su eficacia. Todas las marionetas mediáticas han repetido el mismo mensaje: DANA = Ventorro. Las muertes tuvieron lugar porque Mazón estaba de farra con una periodista. Es fácil que un público suficientemente amaestrado haga la siguiente inferencia: Mazón = asesino. Y de hecho Yolanda Díaz, vicepresidente del Gobierno, exigió al Partido Popular que pidiera disculpas por las DANA: «tienen 229 muertos a sus espaldas». Vale, de momento Sánchez tiene imputados a dos secretarios de organización, a su mujer, a su hermano y a su fiscal general, pero ¿qué importancia tiene esto frente a un partido con muertos a sus espaldas?

Una primera perplejidad es esta: ¿para qué se reunió el famoso CECOPI si era incapaz de tomar decisiones en ausencia de Mazón? ¿Habría quedado también paralizado si, en vez de estar en el Ventorro, le hubiera dado un infarto? Cabe sospechar, más bien, que si Mazón hubiera sido un poco más serio, hubiera optado por un sándwich, y hubiera llegado puntualmente al CECOPI, las decisiones habrían sido muy similares. ¿No estaban allí los técnicos reunidos? El problema no parece estar tanto en la excesiva sobremesa de Mazón, sino en que no estaban muy atentos a la crecida del Poyo porque tenían los ojos puestos en la presa de Forata, que es donde realmente desagua el río Magro. Eso, que ha quedado claro, revela un fallo en la Confederación Hidrográfica del Júcar, que depende del Gobierno y no avisó a tiempo. Bueno ¿y qué?

James Reason diseñó un método usado en investigación de catástrofes. Se conoce como «método del queso suizo», y consiste en imaginar las distintas capas de seguridad que se interponen ante un accidente. Estas capas, como el queso, suelen tener agujeros, pero si detrás de uno de ellos hay una loncha sólida el accidente no se produce: sólo tiene lugar cuando los agujeros están alineados.

Parece obvio que el agujero más grande en la tragedia de la DANA es la ausencia de obras de canalización de la rambla del Poyo, un proyecto que existía en el Plan Hidrológico que derogó Zapatero al llegar al poder. Posteriormente se retomó, y fue archivado cuidadosamente en un cajón; esto no depende de Mazón, sino del Gobierno. De Teresa Ribera, que no estaba en un Ventorro sino en Bruselas. Puede que, si las alarmas se hubieran enviado con más tiempo, hubieran evitado alguna muerte, pero es irreal pensar que habrían impedido la catástrofe. En cambio la correcta canalización del Poyo habría aportado una loncha solidísima. Estas obras, por cierto, continúan sin hacerse. Tal vez Sánchez piensa que iniciarlas supondría aceptar que existía un fallo de origen.

Ahora circulan por las redes distintos carteles dedicados a lanzar muertos al Partido Popular. «Las mentiras del PP matan», dice uno de ellos, y gracias a él nos enteramos de que, no sólo ahogó Mazón a los valencianos (y a los de Albacete), sino que Aznar puso las bombas en los trenes del 11-M, que Trillo derribó personalmente el Yak-42, y que Ayuso liquidó ancianos en residencias.

Este último caso es especialmente ilustrativo. El Gobierno consiguió apagar el foco que iluminaba una pandemia deficientemente gestionada, que causó 120.000 muertes; en la que las medidas iniciales se pospusieron a la celebración de una manifestación; con dos estados de alarma declarados inconstitucionales; con (ahora lo sabemos) miembros del Gobierno traficando con mascarillas. A continuación, con todo tranquilidad, desplazó el foco por el territorio, esquivó prudentemente las regiones socialistas, y lo encendió, con deslumbrante intensidad, sobre Madrid. ¿Hizo algo distinto Madrid? ¿Fueron perores sus cifras? No, y de hecho durante el mando único la responsabilidad sobre las residencias correspondía al Gobierno. Pero da todo igual.

En fin, esta política que se alimenta del dolor de las víctimas es muy eficaz, aunque requiere tener los escrúpulos morales de una iguana. Pero visto lo visto, contemplada la asombrosa reconstrucción de la realidad que hace Sánchez, cabe temer que su proyecto para España no sea convertirla en Venezuela, sino en el gigantesco decorado de El show de Truman.

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