Los problemas reales

El principio del “primum vivere” o la necesidad de satisfacer las necesidades primarias del ser humano, antes de preocuparnos por problemas de orden secundario, fue perfectamente definido por el pionero de la psicología humanista Abraham Maslow en su célebre “pirámide”, o “jerarquía de las necesidades humanas”.  Según esta teoría, conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide). Es decir, siempre según la psicología humanista, el amor, la autorrealización, la amistad o la defensa de una ideología serían importantes, siempre que primero, hayamos comido y bebido. Traducido a la sociedad española actual y a los problemas que la aquejan, la psicología humanista nos aconsejaría acometer, en primer lugar, una adecuada priorización de nuestros problemas, poniendo primero lo primero, y más importante: la supervivencia de nuestro modelo de sociedad del bienestar, conseguido tras muchas décadas de sacrificios. Una sociedad que se ocupe de proporcionar a los ciudadanos, además de seguridad y derecho,  además de infraestructuras y relaciones internacionales, la adecuada cobertura de los servicios llamados “sociales” básicos: sanidad universal, educación universal, protección y asistencia universal a nuestros mayores, mediante una justa redistribución fiscal y mediante la más eficiente utilización de los recursos públicos que financiamos con el esfuerzo de todos,  ya que nada hay gratuito. En un segundo plano, o tercero, para la ciudadanía, quedarían otro tipo de “problemas”, de tipo ideológico, político, u organizativo: por ejemplo, la gestión pública o privada concertada de esos servicios públicos esenciales (como en el caso de los colegios o los hospitales concertados), la lengua vehicular que se utilice en la enseñanza pública, o incluso, la afirmación de unas diferencias identitarias territoriales. No digo que estos problemas no existan, pero claramente, se sitúan, en la España actual, muy por detrás de la salida de una crisis que  nos está impidiendo atender a nuestras necesidades fundamentales.  Estos “problemas”, para entendernos, sólo deberían serlo una vez que hubiéramos solventado lo fundamental. Desde estas líneas reivindico la vuelta al pragmatismo: ¿en qué se traduciría la persecución del pragmatismo humanista en la sociedad actual? En la búsqueda común de soluciones para los problemas que asolan esta sociedad, por su orden de importancia. Con ligeras diferencias, muchos coincidiríamos en que este orden debiera priorizar asuntos como el empleo, la vivienda, la protección social, la garantía de las pensiones y de la atención a los mayores, la sanidad universal y una educación que permita la empleabilidad de nuestros jóvenes…. Si en lugar de discutir y remarcar tanto nuestras diferencias vislumbrásemos que tenemos un objetivo común, como es el de arreglar los  auténticos problemas, estoy convencido de que las solucionaríamos. Me gustaría con esto hacer reflexionar a los lectores sobre la vacuidad, la falsedad de los debates que a diario nos presentan algunos de nuestros políticos e  instituciones establecidas, para evitar que nos centremos en lo que realmente sería importante: construir una sociedad justa, igualitaria, próspera, y abierta al mundo global en el que existimos. Un sistema sociopolítico que no puede cumplir con estas premisas es un sistema fracasado, y el poder de los ciudadanos es identificar a los responsables de este fracaso, denunciar su incapacidad para resolverlo y sus maniobras para encubrir dicha incapacidad,  y unirnos para conseguir la solución a los problemas reales, e importantísimos, a los que se enfrenta nuestra sociedad.  

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