Es cierto que chirría en los oídos que pueda haber una autoridad ligada al Gobierno que indique a los medios de comunicación y a los ciudadanos lo que es cierto y lo que no, pero también lo es que algunos bulos sueltos por ahí a merced de quienes se dejan ir por las informaciones morbosas pueden causar daños de impredecibles consecuencias.
Hasta hace escasos días, era extraño no levantarse con alguna noticia que hacía referencia a un presunto intento de secuestro de menores a la salida de los colegios en Mallorca. En todos los casos se repetía el argumento de que uno o dos adultos habían intentado que menores entraran dentro de un vehículo, aunque cambiaban circunstancias como por ejemplo el género de los supuestos secuestradores, el tipo de vehículo y su color.
A fecha de hoy observamos como nada se ha podido probar y la policía no ha podido llevar a cabo ninguna detención, a pesar de que si algo hay a la salida de los colegios son policías. Lo que, indefectiblemente, lleva a pensar que todo se inició con el típico bulo de whatsapp -en el que se dice que hay que tener cuidado porque se pasea un hombre en una furgoneta que es un secuestrador en serie de niños y adolescentes-, con lo que luego se sugestiona la mente de los menores quienes, ante cualquier situación de unas personas bajando de un vehículo, ya se imaginan que son los malvados secuestradores que se dedican a recoger niños para venderlos a Tailandia o quien sabe si para cocerlos en una gran olla con agua hirviendo.
En el fondo de ello, la cuestión a reflexionar es si no cabe ser más responsables antes de meter el miedo a los niños con historias inciertas que los traumatizan. Una cosa es realizarles la necesaria advertencia de que nunca se tienen que ir con desconocidos, y otra distinta es contarles historias de terror que los hacen volver paranoicos.
