Los tóxicos que vienen del cielo

En los entornos urbanos se hace difícil ver el azul del cielo, contemplar la belleza de las estrellas. Una gruesa capa de partículas enturbia la atmósfera y se deposita en la tupida red alveolar pulmonar. No solo estropea la sofisticada capacidad de intercambio de gases sino que acumula sustancias tóxicas. Y de allí, se vehiculizan al resto de tejidos del organismo.

La mayor parte de los contaminantes proceden del tráfico rodado, las centrales térmicas, la actividad industrial, el refinado del petróleo, el tráfico marítimo, incluso de las calefacciones domésticas y el quemado de biomasa. La OMS estima que siete millones de personas mueren al año por causas relacionadas directamente con la contaminación atmosférica. Con una progresión geométrica.

Si levantamos la vista observamos que la contaminación se ve –el smog-, se siente -cefalea, cuadros respiratorios,…- y se sufre -aumenta el número de enfermedades cardiovasculares, respiratorias y cancerígenas. Es una de las amenazas de nuestro planeta.

El crecimiento económico vinculado a un capitalismo insensible inunda el aire de sustancias tóxicas. El ranking ha sido liderado durante muchos años por EEUU. En la última década ha sido superado por las potencias emergentes del Asia meridional. La insensibilidad de algunos países respecto al medio ambiente hace que su potente industria pesada vierta millones de toneladas de metales, compuestos tóxicos persistentes, gases invernadero, sustancias irritantes respiratorias y sustancias carcinogénicas.

La contaminación ambiental tiene una obvia repercusión directa sobre la salud de los ciudadanos, pero también sobre su salud económica. La producción industrial realizada bajo la protección de una legislación avanzada y comprometida con los recursos naturales y el medio ambiente minimiza las emisiones atmosféricas encareciendo el coste de la producción.

La globalización, bajo este prisma, genera una verdadera competencia desleal. Los productos “ecológicos” son mucho más caros y menos competitivos. Pero si algo está globalizado, desde que el mundo es mundo, es la atmósfera. Los ciudadanos de los países limpios sufren una contaminación parecida a la de los contaminantes por la socialización de los efectos deletéreos sobre el medio ambiente.

Este mes se ha cumplido el 10º aniversario de Kioto. El resultado del compromiso de reducción de CO2 firmado entre 37 países desarrollados y la UE ha sido más bien débil. Entre todos destaca Suecia, que ha introducido una fiscalidad específica sobre el CO2, y espera alcanzar una cuota de renovables en el consumo final de energía del 50% en 2020.

En todos estos casos, los tóxicos vienen del cielo. Como también desde el cielo, ha caído el dolor y la muerte, en forma de trágico y luctuoso suicidio ampliado. El impacto del Boeing A 320 en las escarpadas laderas de los Alpes franceses ha sembrado el monte de restos humanos y ha conmocionado la conciencia colectiva. Descansen en paz.

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