Maheta Molango se llena a diario la boca afirmando que una de sus misiones es recuperar el mallorquinismo de la gente. Tiene, desde luego, una curiosa forma de hacer amigos entre los seguidores de más abolengo: los copropietarios del Lluis Sitjar.
Recuerden dónde leyeron antes la batalla que se avecinaba. En el transcurso de la reunión que tuvo lugar en marzo en los salones de Cort, de la que ya entonces informó mallorcadiario.com, se hizo patente el desacuerdo entre los accionistas del viejo estadio al plantear su única ambición de conservar sus localidades, mantener el estado actual y, en el hipotético caso de que algún día Es Fortí albergara cualquier actividad comercial, percibir un diez por ciento de los beneficios de explotación, cuya mitad se destinaría a la cantera y la otra mitad a un fondo común para mantenimiento y actos diversos. El consejero delegado rechazó la propuesta y, prepotente, requirió de los presentes una oferta para comprar todos sus títulos de propiedad.
El abogado suizo ignora, y así se lo recordaron, que el origen de la suscripción fue el interés de muchas familias de la media y alta sociedad palmesanas de ayudar al club a fondo perdido para que tuviera un estadio digno y todo ello a cambio de un simple asiento. Ni querían, ni necesitaban el dinero, ni sus herederos merecen el trato que están recibiendo. Muchos de ellos han pagado al Ajuntament la parte alícuota de los gastos de demolición del recinto. El Mallorca, por supuesto, no; lejos de hacerlo ha recurrido ante Cort y, fracasado su intento, plantea un contencioso que, probablemente, termine en un juzgado civil porque la pretensión del adalid del club no es, ni más ni menos, que conseguir que un tribunal determine su única propiedad en base a derechos de administración y uso y en contra de aquellos que, transcurrido medio siglo, serían pagados con las mismas monedas que los romanos compraron a Judas.
Si hacer mallorquinismo es enfrentarse a la Corporación Municipal y despreciar a los poseedores de dos terceras partes de propietarios mallorquinistas de toda la vida, ¡que venga dios y lo vea!. A semejante maniobra no se habían atrevido ni Utz Claassen, ni Gabriel Cerdá y me temo que hasta Miquel Contestí ya se arrepiente de haber donado sus títulos al Mallorca que presidía entonces Mateu Alemany que, además, poco o nada tiene que ver con este.







