Me va a dar un Cronenberg

Estoy en estado de shock, no sé si voy a ser capaz de escribir la columna de esta semana. Como el último año no he estado muy pendiente de la televisión me entero con retraso de que ha muerto Doña Francisca, la vieja mala, pero mala con ganas, de la serie de Antena 3 El secreto de Puente Viejo. ¡Han matado a Doña Francisca, la han asesinado, hijos de puta! Esto es peor que lo de Chanquete y la decapitación de Ned Stark, las dos sumadas y elevadas al cuadrado. Aquí sólo caben dos opciones de futuro en la trama argumental de la serie. Opción uno: Doña Francisca vuelve del averno en plan Punisher, con algún tipo de poder sobrenatural, y se carga a sus enemigos como a ratas, condena al pueblo y convierte Puente Viejo en Silent Hill. Opción dos: su fiel capataz Mauricio (el tipo malencarado de las barbas) enloquece de ira, le da un Cronenberg, y monta un Puerto Hurraco de cojones que no deja vivo ni al tontorrón de la tienda de ultramarinos. Que han matao a Doña Francisca…. Tal crimen sólo se lava con ríos de sangre.

Es lo que tienen los malvados, esos villanos que nos atraen porque carecen de la moralidad que encorseta nuestros actos. Nos encantan pues nos permiten soñar con las mil tropelías que nunca cometeremos. Y la verdad es que el esfuerzo de los guionistas de El Secreto de Puente Viejo no podía encontrar mejor cara para Doña Francisca que la excelente María Bouzas.

Lo jodido del mundo real es que a los malos no siempre se les ve venir como en el cine o la televisión. Aunque uno con los años aprende a ver a los hijos de puta tres calles más abajo. No siempre, cierto, a veces también me engañan.

Por fortuna para nosotros, la hijoputez y la estupidez suelen ir de la mano, lo que permite calar de un vistazo a los malos. Ya les he comentado en otras ocasiones —y si no es así, lo hago ahora— que durante dos años anduve visitando escuelas para charlar con alumnos de ESO. Pensarán que cómo está el mundo, que dejan a cualquiera hablar con los niños. También invitaron en algunas a escuelas a Valtonyc a rajar de la libertad de expresión antes de que se largara a Bélgica a vivir de la sopa boba, porque lo de que está currando de informático no se lo traga ni la desdichada de Linda Lovelace en sus años mozos. Volviendo a la cuestión, que me pierdo, gracias a esas visitas tuve la oportunidad de hablar con profesores de centros públicos, concertados y privados. Y oigan, la mayoría me resultaron personas abnegadas, voluntariosas, comprometidas con algo tan noble y también ingrato como es el ejercicio de la docencia. En todos los colectivos hay podridos, esos indocentes que van a la escuela no a enseñar ni a formar personas, sino a malmeter, corromper mentes y jugar a arquitectos sociales de su paraíso totalitario.

Como correctamente suponen, esto viene al hilo del adoctrinamiento en nuestras escuelas. No voy a entrar en si es un problema generalizado o si se trata de hechos aislados. Hay que ser muy hijo de puta para jugar con los críos así. Me importa poco que repartan lazos amarillos en el IES Marratxí, o que se monten la decoración de Jalogüín indepe en el IES Sineu, o que se pongan a cantar el Cara al sol —que eso no lo hacen—. Me pregunto si estos profesores —que no merecen ser llamados así— en algún momento tuvieron vocación. En su casa pueden ser y pensar lo que quieran, e inculcar a sus hijos los principios que consideren. Que lo hagan con los hijos que los demás les confían en las escuelas es una aberración, una muestra del detritus que les sale de las orejas porque materia gris, lo que se llama conocimiento y ética, tienen bien poca. Se comportan como una jauría famélica de liendres colonizando la cabecita de un infante.

Es lo que pasa cuando tu referente intelectual es un racista de manual como Herr Torra. Ya ven lo fácil que es tirar a la basura millones de años de evolución para pasar de ser humano a truño. Tal vez, el problema es que no hemos evolucionado tanto como creemos y que nuestro decadente occidente es una jaula de grillos. Los bárbaros están a las puertas de Roma mientras patricios y plebeyos se entregan con fruición a rendir pleitesía al dios Baco en una orgía sin fin.

Sin ánimo de sentar cátedra: una sociedad que permite lavar el cerebro de los niños está condenada al fracaso. Vamos, lo que de toda la vida se ha dicho irse a la puta mierda.

Como entre lo de Doña Francisca y la inmundicia educativa se me enturbia el alma, así a lo Can Pere Antoni, lo mejor es que pare por hoy. Me va a dar un Cronenberg, como al pobre Mauricio…

No quiero despedirme sin recordar a Montserrat Caballé. Yo nunca he sido mucho de óperas. Me parece que son peñazos muy largos de gente hablando a gritos con trocitos de buena música por en medio. La Caballé era una grande, una mujer cojonuda. Y el que yo no entienda de ópera no le resta ni un comino al cariño y a la admiración que le tengo. Ahora les soltaría un rollo de cómo la ópera y el rock se han fusionado, o de Wagner y la película Excalibur y esas cosas. Pero esa es otra historia…

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