Médicos y pacientes

Como es natural, los médicos sufren las mismas enfermedades que la población general. Sin embargo, características intrínsecas a su formación académica y actividad profesional hacen que las enfermedades se perciban de forma distinta al resto de pacientes.

En la facultad, es común, la hipocondría del estudiante; a medida que se profundiza en el conocimiento de la sintomatología que acompaña a las distintas enfermedades se tiene la sensación de padecer la gran mayoría de ellas.

Con los años, se produce un efecto pendular. La convivencia permanente con la enfermedad insensibiliza ante el significado de las alarmas que emite el propio organismo.  Además, ante la enfermedad propia es común la consulta informal y superficial con los propios colegas limitando seriamente el rigor de los resultados. Estas prácticas, en muchas ocasiones, retrasan el diagnóstico y empeoran las posibilidades de curación.

Por otro lado, el papel de sujeto activo y pasivo de la gestión de la enfermedad hace vivir con inquietud e incertidumbre la evolución natural y previsible de los distintas enfermedades.

Por ello, es recomendable, no ejercer de médico de uno mismo ni de los propios familiares. La emotividad entorpece la objetividad y disminuye la calidad de las decisiones. Paradójicamente, el médico enfermo, ni es buen paciente, ni está bien atendido.

El fenómeno se acentúa ante las enfermedades psíquicas y en las adicciones. Procesos en los que los límites entre la salud y la enfermedad, durante años, pueden no ser del todo precisos.

Procesos que deterioran la capacidad de juicio y las habilidades técnicas. Procesos que deben ser evaluados con precisión y en los que se debe valorar la posibilidad de suspender o modificar la actividad profesional. En este punto, inicial y reversible, el mejor consejo viene dado por un compañero de absoluta confianza, teniendo muy en cuenta que el bien primario a defender es la calidad de la asistencia.

En estos casos, además de la ausencia de percepción de enfermedad, el miedo, el sentimiento de culpa y la estigmatización social, impiden seriamente la búsqueda de solución. A esta problemática, las organizaciones profesionales le han dado respuesta especifica.

La edición de Baleares de El mundo, en la edición del jueves, en un excelente artículo firmado por  Mayte Amorós, describe con precisión las características y los resultados del Programa de Atención al Médico Enfermo (PAIME), cuyo objetivo de detectar a los médicos afectados por enfermedades psiquiátricas o adictivas y facilitar su tratamiento. El objetivo es triple. Uno primario, no lesionar a los pacientes.  Otros dos son secundarios, pero también importantes. Curar y reinsertar profesionalmente a los afectados.

El programa lleva 15 años funcionando con muy buenos resultados. La problemática es transversal a muchas profesiones. Desde hace 3 años, el programa se ha ampliado para atender a los miembros de la judicatura enfermos, con patologías psiquiátricas.  Los Consejos Generales  de Colegios de Médicos (CGCOM) y del Poder Judicial (CGPJ) han puesto a disposición de ambos colectivos un programa pionero y resolutivo. Primero es el diagnóstico, segundo la curación y tercero la reinserción laboral. Entre las medidas de reinserción se utiliza el cambio de destino, para evitar, entre otras, la repulsa social que podría impedir su reinserción real y efectiva.

Los procesos psiquiátricos y las conductas adictivas, lideradas por el alcoholismo, son la fuente más importante de actuaciones profesionales negligentes. La incidencia de estas enfermedades no es superior a la de otros países. Sin embargo, ningún país del mundo ha conseguido desarrollar un programa del nivel y calidad del español.

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