Fue Abraham Lincoln, 16º Presidente de los Estados Unidos, quién dijo: "Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo."
Esto viene a colación, porque durante toda la actual legislatura se les ha reprochado a todos los políticos del partido popular que hayan estado mintiendo a toda la población española y parece que, después del primer toque de atención que recibió el partido las pasadas elecciones andaluzas, empiezan a interiorizar que la frase pronunciada por el Sr. Lincoln hace más de 150 años está plenamente vigente.
Aún existen muchos políticos, politicachos y mindunguis que se creen que la verdad política debe seguir siendo una propiedad privada como pensaba Benjamin Disraeli, que ejerció dos veces como Primer Ministro del Reino Unido, que fue líder de la muy leal oposición de Su Majestad y tres veces Ministro de Hacienda del Reino Unido y que decía que sólo el gentleman sabe, por su propia condición, cuando conviene decir la verdad y cuando callarla o disfrazarla, o ¿ya está el pueblo preparado para conocer la verdad de primera mano sin interferencias y sin salvadores?, a mi entender, sí.
Me da sana envidia reconocer que en los países más democráticos mentir en sede parlamentaria es un delito que conlleva consecuencias políticas. Los Estados Unidos, en este tema, “caso Nixon”, son un ejemplo, en España no pasa nada.
Es cierto que la mentira política existe desde siempre; que las reglas y la técnica de lo que antaño se llamaba “demagogia”, y hoy llamamos también “manipulación o propaganda”, han sido sistematizadas, modificadas y codificadas desde hace miles de años. Aún así, nunca se ha mentido tanto, y tanta gente como se hace hoy en día, y nunca se ha mentido tan masiva, tan total y tan cínicamente como en la actualidad sin que de esa práctica resulte ningún tipo de responsabilidad.
Pero no hemos de creernos que ahora sólo mienten los componentes de los gobiernos, en el ejercicio de sus correspondientes funciones, sino que ahora hasta mienten los miembros de la oposición, mienten los candidatos en tiempos de elecciones, a derecha e izquierda, cuando presentan su curriculum vitae, así vemos que para mejorar sus pobres y escasos conocimientos y méritos académicos mienten diciendo que son abogados, profesores universitarios, economistas, de vergüenza, aunque como decía Sófocles “una mentira nunca vive para llegar a vieja”.
Todos estos candidatos corruptos que ya nos engañan avant la lettre, o sea antes de tener ocasión de meter mano al cajón del dinero público, tienen en España un héroe a quién imitar, Luis Roldán, que llegó a Director General de la Guardia Civil, y que se creó a sí mismo a base de mentiras.
Su carrera política empezó en 1979, como teniente de alcalde de Zaragoza y ya aquí engañó a todos sobre su formación académica: nunca acabó la universidad, aunque él siempre dijo que era ingeniero, economista y máster en economista, ¡vamos todo un record!.
Empezó mintiendo sobre su formación académica y terminó limpiando la caja común de la Guardia Civil, lo dicho, todo un ejemplo y un antecedente para estos embusteros, para imitarle “ad pedem litterae”, o sea al pie de la letra.
Desde siempre el nivel educativo que deben tener los representantes políticos es un debate continuo, recurrente y, por lo tanto, no acabado. Pero esa cuestión es distinta de la veracidad exigible al declarante. Es discutible si todos los responsables públicos deben disponer de un sólido currículo académico; no lo es que quien diga alcanzado un alto grado de formación, en realidad carezca de él. En política, hay gente que cree que viste mucho tener un título universitario. ¿Y si no se tiene? Pues se inventa. ¿Y si alguien lo descubre? Basta decir que se trataba de una confusión. Y casi nunca pasa nada, lo dicho, ¡casi nunca!.
Aunque, como bien señaló la socialista Magdalena Valerio a la ministra Fátima Báñez: "Mentir en política es muy feo, y además es pecado, a ver si le va a venir a pedir cuentas la Virgen del Rocío y la vamos a liar".
