La salvación del Mallorca no es una quimera, pero se le aproxima mucho. Restan ocho jornadas y precisa ganar en dos de ellas y que, a su vez, pierda el UCAM que es el equipo que marca ahora la línea del descenso con el agravante de que, con el golaverage igualado, la diferencia de goles favorece por ahora a los murcianos por lo que no solamente son imprescindibles las victorias, sino los guarismos del marcador.
Ninguna voz se levantó en su momento para atajar los desmanes destructivos de Pedro Terrasa, Gabriel Cerdá y Utz Claassen. En sus torticeras maniobras para hacerse con el poder y las acciones del club cayeron notarios y abogados de prestigio como secretarios del consejo de administración y otros accionistas en complicidad con colaboradores necesarios a los que les traía sin cuidado lo que pasara con la institución. Nadie dejó de luchar e influir más que por sus propios intereses, nunca mejor dicho, algunos de ellos al margen de los de sus propias empresas. Se hizo el silencio cuando el alemán transfirió sus títulos de propiedad a Robert Sarver en una operación carente de la transparencia más elemental. En estos momentos algunos empiezan a echarse las manos a la cabeza al contemplar aquello en lo que, voluntariamente o por ignorancia y desinformación, han colaborado. Demasiado tarde.
El equipo está virtualmente descendido, el club todavía no. Pero alguien tiene que tomar las riendas y no dejarse engañar por esos mensajes de ayuda que quieren transmitir los principales culpables de la debacle. ¡Basta ya de impostores y emboscados!. El mallorquinismo serio, esa facción mayoritaria que hasta ahora no se ha manifestado, se ha pronunciar exigiendo la dimisión o el cese de Maheta Molango y todo su “staff” e incluso forzar la salida de los americanos del accionariado de la SAD antes de que ya no haya remedio. Las acciones podrán ser suyas, por supuesto, pero el club no.