Si buscan en el Diccionario de la lengua española el significado de esta palabra no lo encontrarán, es cosecha propia. Sin embargo, si ven asiduamente los telediarios y leen los periódicos, verán que esta nueva especie en proceso de convertirse en casta existe. Son discípulos del líder venezolano, aquel que dicen ahora que se aparece a los suyos en forma de pajarito y que en vida tenía un programa de radio de nombre, “alló presidente” en el que anunciaba en directo a su esposa que pronto llegaría a casa el macho. También idolatran al del altiplano, un ser que no hace mucho, para hacerse con las masas, anunció alto y claro que no fue hasta los quince años cuando supo lo que eran unos calzoncillos. Y como no, veneran al de la isla caribeña, aquel barbudo de familia bien, conservado hoy en formol, que hizo la revolución para llevar a la miseria a todo un pueblo.
Estos “analfabestias made in Spain” se apuntan a un bombardeo o a un ébola con tal de sumar adeptos a la causa, que les sienten en un coche oficial y les pongan despacho y secretaria. Son fruto de un gran marketing y unos cuantos corruptos. Da igual el mensaje que lances si tienes la coleta larga y más o menos sucia, una camisa de cuadros no muy planchada y la cara muy dura. Haz la ronda por todas las televisiones y peléate con el contertulio más pijo. Deja para el final el discursito marxista porque no importa. La masa te aupará y aclamará porque les prometes acabar con las injusticias sociales, las desigualdades y además les pones también el piso, perdón, les animas a ocuparlo. Y mientras suman voluntades hartas del espectáculo bochornoso con sede en Suiza y Andorra, el ego de los “analfabestias” crece y empieza a perder el norte. Ya no toman birras con sus colegas de sentadas en las plazas y se apuntan al jamón y las croquetas. Les gusta codearse con las élites, las mismas que antes tanto despreciaban cuando en sus inicios hacían las Américas. Ahora, quieren ser senadores, diputados, presidentes y consejeros de caja regional. Sueñan con que una visa black les haga la campaña y un par de cuentas más en Ginebra y el Principado les sienten en el palco del Real Madrid, que es más importante que el sofá de la Moncloa, para recibir a pie de palco al del altiplano, al del Caribe y santificar en asamblea al reencarnado en pajarito. Sólo les falta una musa con flequillo tipo 8 apellidos vascos o un puñado de actores que se sumen a la causa a golpe de subvención y pegatina.