En unos días celebraremos la Navidad, un tiempo que es afrontado sin término medio: o gusta mucho o no gusta nada y es un tiempo triste.
Debo reconocer mi entusiasmo por la Navidad, me gusta el espíritu navideño, las reuniones familiares y especialmente el espíritu transitorio de solidaridad que experimentamos en estos.
Desgraciadamente esta Navidad más gente que nunca necesitará de la solidaridad de la sociedad; hay gente que pasa hambre, gente que pasa frío ya que no puede permitirse el consumo de algún combustible para la calefacción y está pasando en la vieja Europa, quizás la ya anciana Europa que sin lugar a dudas tiene necesidad de reconvertirse para no pasar a ser un gran museo al que acudan los turistas japoneses con sus cámaras siempre en grupo.
Este año la Navidad será triste pues la covid 19 ha obligado al cierre de negocios, al despido de trabajadores o a integrarse a expedientes de regulación de empleo temporal, conocidos como ERTE. Figura jurídica originada en el anterior Gobierno y en su momento muy criticado por la que era la oposición y ahora en el Gobierno los usan como herramientas imprescindibles.
Íntimamente pienso que no solo es responsable la pandemia de la situación que sufrimos y padeceremos el próximo invierno; creo que decisiones erróneas tomadas por el Gobierno de la Nación y por el de este pequeño país son los que han contribuido a empobrecernos aún más. Nuestros gobernantes, nuestros líderes, no están a la altura de la situación y son tremendamente egoístas e insolidarios para con la ciudadanía cuando la izquierda tan progresista y que niega ser casta se niega a una rebaja testimonial del salario de un 5%.
Que autoridad moral tiene esa izquierda de pedirnos sacrificios económicos a la ciudadanía cuando ellos no hacen ninguno y que autoridad moral tiene para pedirnos que cumplamos el toque de queda cuando la Presidente y colaboradores muy directos son habidos a altas horas de la madrugada tomando copas. Tenemos unos líderes deslegitimados moralmente por el incumplimiento de las normas que ellos dictan para la población.
Pero no es día de críticas o reproches, son días de ilusión y esperanza, así lo pensamos los que creemos en la magia de la Navidad. Soy consciente que la ilusión y la esperanza no llenan pucheros ni encienden calefacciones pero sí que ayuda a afrontar las situaciones complicadas una actitud positiva ante la vida. Debemos afrontar y pelear para resolver los problemas; la vida nos puede poner de rodillas pero debemos levantarnos.
Mis mejores deseos en estas fiestas tan entrañables que este año viviremos de una forma diferente, saquemos una lección de esa vivencia y construyamos ilusiones y proyectos a partir de esos sentimientos. Bon Nadal.