Esta semana asistíamos preocupados a la declaración de emergencia en Islandia por la alta actividad sísmica y a la espera de una violenta erupción volcánica.
Mientras, en España, se producía la voladura teledirigida del Estado de Derecho con el acuerdo de investidura entre el PSOE y Puigdemont que ha provocado un terremoto dividiendo nuestro país y polarizando, aún más, la política y la sociedad española.
Un acuerdo infame que atenta contra los principios fundamentales de nuestro sistema democrático y de la Unión Europea. Y que impone una amnistía inconstitucional en plena democracia.
Un acuerdo ofensivo con el que el Partido Socialista abraza el totalitarismo excluyente, se traga el lenguaje ‘procesista’ y hasta compra el relato repugnante del ‘lawfare’. Pero no, por mucho que nos quieran hacer creer que Puigdemont y el resto son víctimas de una persecución judicial por un Estado opresor; son prófugos y delincuentes por malversar dinero público y por atacar la Constitución y el propio Estatut de autonomía de Cataluña. Aquí tampoco hubo conchabamiento entre policías y jueces para reprimir a adversarios políticos ni se persiguió a nadie por sus ideas políticas. La única verdad es lo que hicieron los jueces fue aplicar y hacer cumplir la Ley a los que cometieron delitos por incumplirla.
Y no quiero olvidarme de la ‘happy flower’ de Yolanda Díaz, a la que no soporto. Con su ‘nadismo’ y su disco rayado del “gobierno de coalición progresista”.
Miren, no hay nada menos progresista que esta gente que hace años abandonó la lucha de clases por un discurso identitario. No hay nada menos progresista, ni nada más liberticida, que el dogmatismo que imponen. No hay nada menos progresista que la manipulación del pasado, para controlar el presente y el futuro.
No hay nada menos progresista, ni nada más peligroso, que cargarse el principio de igualdad entre los ciudadanos. Un insulto para los que se han -nos hemos- partido la cara por un país más justo y un país más igualitario.
Y estos mismos son los que encima se atreven a llamar ‘facha’ a todo el que no pensamos como ellos y a los que defendemos nuestro Estado de Derecho. El mundo al revés. ¿Cómo se han atrevido a tanto? A deformar, degradar y a simplificar algo tan grave como el fascismo.
En definitiva, con esta ignominia han arrasado con el legado de Montesquieu y su separación de poderes. Y también con el de Voltaire y Rousseau. Quienes definieron los cimientos fundamentales de un sistema democrático.





