Nobel para enfermedades olvidadas

El premio Nobel, la distinción científica más prestigiosa, de Fisiología y Medicina de 2015 se ha otorgado a tres científicos por sus investigaciones y descubrimientos que han conducido al desarrollo de tratamientos de enfermedades de las denominadas “olvidadas”, porque, aunque afectan a decenas o centenares de millones de personas, lo hacen en países del cinturón ecuatorial, de Asia, África, Sudamérica y Oceanía, la mayoría del tercer mundo o en vías de desarrollo, con muy pocos recursos que dedicar a la atención sanitaria y, por tanto, no son interesantes para la iniciativa farmacéutica privada.

La mitad del premio se ha concedido a Tu Youyou, médica china, por su descubrimiento de la artemisina, sustancia presente en la planta Artemisia annua, que se utiliza para el tratamiento del paludismo (también conocido como malaria). La doctora Tu ha desarrollado casi toda su carrera profesional en la Academia de Medicina Tradicional China. Es especialmente interesante que se haya desarrollado un medicamento para el tratamiento de una enfermedad que aflige a cientos de millones de personas en países pobres, a partir de los principios de la medicina tradicional china, complementados con la tecnología moderna de purificación y síntesis. También es destacable el hecho de que se trata del primer premio nobel concedido a un científico chino que ha desarrollado la totalidad de su actividad científica en la propia China, lo que indica la pujanza creciente del gigante asiático en todos los aspectos.

La otra mitad se reparte entre el japonés Satoshi Omura y el irlandés, pero que ha desarrollado toda su carrera en Estados Unidos, William Campbell, por el descubrimiento de la ivermectina, un medicamento antiparasitario que se utiliza contra la oncocercosis, la filariasis linfática y la estrongiloidiasis.

La estrongiloidiasis es una infección gastrointestinal que suele cronificarse, produce diarrea y dolor abdominal y en determinadas circunstancias puede diseminarse y provocar un cuadro generalizado grave e incluso mortal. Afecta a unos cien millones de personas en países tropicales y subtropicales y pueden aparecer casos esporádicos en países desarrollados como Europa, sobre todo en el mediterráneo, Estados Unidos o Australia. La ivermectina mata los gusanos adultos, pero no las larvas, por lo que muchos pacientes requieren tratamientos repetidos antes de librarse por completo del parásito.

La oncocercosis afecta a unos veinte millones de personas, casi todas en África oriental. Hay algunos focos en Yemen y en Iberoamérica. Los adultos se localizan en nódulos subcutáneos donde están fijos, pero las hembras liberan centenares de larvas, llamadas microfilarias, que se mueven por el cuerpo. A veces se localizan en los ojos y pueden acabar provocando ceguera, por lo que también se conoce a la enfermedad como “ceguera fluvial” (“river blindness” en inglés), porque en el África oriental muchos focos se producen en poblaciones cercanas a los ríos. La ivermectina es muy útil en los programas de prevención y erradicación. También en el tratamiento, pero, debido a que no mata a los gusanos adultos, debe repetirse con periodicidad, para ir eliminando las larvas en los pacientes infestados.

La filariasis linfática, producida por varias especies de gusanos denominados colectivamente filarias, la oncocerca también es una filaria, pero no linfática, es una enfermedad caracterizada porque los gusanos se localizan en los vasos linfáticos, sobre todo de la zona inguinal y genital, con lo que impiden el drenaje de la linfa lo que acaba produciendo un linfedema de las extremidades inferiores, a veces de las superiores, o del escroto o la vulva, que alcanzan a veces dimensiones monstruosas, de ahí la denominación de “elefantiasis”. La ivermectina es útil sobre todo en los programas de prevención y erradicación y en el tratamiento de las formas tempranas de la enfermedad. El tratamiento de los casos crónicos puede ser muy prolongado y con muchos efectos secundarios. Según la OMS hay unos 120 millones de afectados, de los cuales unos 40 millones están gravemente deformados e incapacitados y unos 1.200 millones de personas en peligro de contraer la enfermedad.

La concesión del Nobel, además de reconocer el mérito indudable de los galardonados, puede, y debe, servir de estímulo para que los países y la industria farmacéutica dediquen fondos a la investigación de vacunas y tratamientos para las enfermedades olvidadas, que afectan a cientos de millones y ponen en peligro a miles de millones y que suponen un lastre insoportable para estas sociedades, que bloquea o enlentece su desarrollo al matar o incapacitar a un porcentaje importante de su población, sobre todo sus niños.

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