Nostalgia

Huyo de contar batallitas, pero echo de menos una investigación más profunda en el área deportiva de los medios, literalmente entregados a la monotonía informativa implantada desde los gabinetes de prensa. Será porque entonces no los había, pero echo de menos aquellas páginas en las que se detallaba con texto y fotos el soborno del Mestalla al Mallorca cuyos jugadores poco menos que tenían que vivir de prestado, el entrenador, De la Torre, esperando la entrega del sobre en el ya cerrado Bar Cristal, el portador a punto de llegar y la policía nacional agazapada entre los jardines de la Plaza de España. Y allí estaba, cámara en ristre, Tomás Monserrat. O el sobre con dinero que antes de arbitrar un Calvo Sotelo-Barcelona Atlético (entonces no era “B”) se encontró el colegiado Eusebio Pascual Segura en el asiento trasero de su taxi, que entregó al presidente de su Comité previa la perceptiva denuncia. Y qué decir de las 200.000 pesetas ingresadas en un banco de la Plaza del Rosselló con destino al árbitro mallorquín Diego Balaguer en una cuenta corriente que no era suya y que debía ser el pago de su actuación en un Las Palmas-Espanyol que ganaron los visitantes sin su mediación y sin que tuviera ni siquiera la menor idea de lo que se tramó en su nombre.

Hace tiempo que no veo nada parecido y me temo que no es porque no lo haya. Investigar no es que un energúmeno deje su teléfono movil abierto y conectado a una emisora de radio sobre la mesa de un consejo de administración. Es, por ejemplo, desmenuzar la operación de venta de Marco Asensio al Real Madrid, uno de los mayores escándalos en la historia del club y del que todo el mundo habla de oídas. O los pormenores y la letra pequeña de la ampliación de capital suscrita por la compañía de Robert Sarver y sus socios al comprar sus acciones a Utz Claassen. O por qué la Guardia Civil recibió órdenes de bucear en la Mutualidad de la Federación Balear de Fútbol en el marco de la Operación Soule contra Angel Villar y no lo hizo en otras territoriales. Que no quiere decir que haya ninguna irregularidad, lo cual no impediría hacer el trabajo. Evidentemente es mucho más fácil esperar el comunicado oficial, la llamada telefónica del amiguete de turno y la comodidad de la mesa de redacción. Así nos luce el pelo.

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