El gatillazo de Grey

 Las grandes expectativas son una fuente inequívoca de grandes decepciones. Y si se trata de sexo, la más grande de todas es el siempre inesperado e indeseado “gatillazo”. Ese pinchazo incómodo que está a punto de reproducirse masivamente y en versión fílmica con el estreno de las cinematográficas Sombras de Grey, que no sé por qué son cincuenta, ya que nunca me molesté en leerlas. Lo que sí sé es que hablamos de sexo. Abundante y variopinto, según creo, y traducido a lúbricas imágenes mentales a raíz de las hábiles y sinuosas palabras de E. L. James, que vertió todo su erotismo literario negro sobre blanco en sus papeles para sugestionar las más arrebatadoras pasiones. Y hete aquí, precisamente, el foco de insatisfacción que decepcionará a los millones de lectores convertidos ahora en voraces espectadores de inclinaciones igualmente indiscretas y calenturientas. Voyeurs confesos todos ellos, entregados a pasiones ajenas que sueñan como propias. Pues estamos ante un producto mainstream surgido de las entrañas de Hollywood, que en nada se parecen a las que imaginan sus febriles e inflamadas mentes ahora mismo. Es una película comercial de la industria del cine, y no se arriesgarán – nunca lo han hecho- a perder un solo cliente por culpa de las inevitables embestidas morales de las beligerantes ligas puritanas, los sectores conservadores tan dados a escandalizarse o los más pacatos educadores, que pondrían el grito en el cielo si sus hormonados adolescentes llegasen el lunes a las aulas sobreexcitados y con una “inadecuada” idea del uso del aparato reproductor. En suma, que la película sugerirá mucho y no mostrará nada. Vaya, que el morbo se acaba en el cartel y en el tráiler, y habrá más sexo en la imaginación frustrada del público que en la pantalla. Once minutos en total, parece ser, frente a las más de 1200 páginas de los tres tomos del explícito best seller. Poca cosa para tanto ruido.

Tal vez nos encontremos ante el gatillazo fílmico más concurrido de todos los tiempos. En Palma, concretamente, el desencanto llegará simultáneamente a veinte salas. ¡Qué exageración! Más de cinco mil sofocos decepcionados al alimón y sin aplacar. Esa sí que es una buena historia. A ver cómo se canaliza después tanta energía reprimida.

 

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