Se ha escrito y hablado mucho sobre la crisis de los medios de comunicación en papel, que no es mayor que la de la radio –Noruega está a punto de eliminar las emisoras de FM- o la televisión, cuyos índices de credibilidad, que no de consumo, están por los suelos. Comparto la opinión de quien afirma que las empresas editoras de periódicos se equivocan al enviar a sus lectores hacia sus ediciones digitales anticipando en las redes lo que va a salir impreso al día siguiente, pues nadie va a pagar en el quiosco por la información que tiene antes y gratuitamente. Un razonamiento bastante lógico.
Me temo que la obsesión por Internet y el uso de las nuevas tecnologías desvían a la industria de sus verdaderos objetivos. Ahora mismo el Mallorca se enorgullece en Twitter y Facebook, de contar con no sé cuantos miles de seguidores en ambas plataformas, así como en Instagram y no sé dónde más. No tienen en cuenta que vende fútbol, entiéndase en términos de producto y no cualitativos, para su consumo en el estadio de Son Moix o a través del televisor. Este es su mercado y todo lo que sea aquello que no tiene incidencia en sus resultados y clasificación es una pérdida total de energía y tiempo. Podría llegar a tener millones de “followers” hasta en Taiwan, pero sigue en posiciones de descenso y de poco le servirán tanto si se consuma la debacle o se supera el caos.
Aquí hay mucho “community manager” que confunde el culo con las témporas. Utilizar las aplicaciones que ofrecen ordenadores, tabletas y móviles para agilizar trámites y facilitar a los aficionados la realización de sus gestiones está muy bien, pero presumir de internautas cuando estás con el agua al cuello por muchos motivos sólo sería aceptable si Maheta Molango en lugar de gestionar un club de fútbol ajeno a sus sentimientos, se hiciera “youtuber”.
