No recuerdo quien lo ha dicho, o quizá no lo ha dicho nadie, que uno de los motores del mundo –quizá el más potente- es la imperfección. En proceso evolutivo el hombre ha ido perdiendo pelo de los hombros, la espalda, la frente…, pero considera una regresión perder pelo de la cabeza. Por eso hay quien asegura que el calvo se considera un ser imperfecto. Y los hay que la caída progresiva del cabello les produce timidez, inseguridad y hasta vergüenza. La alopecia en un misterio que los científicos no consiguen desvelar. Viene de lejos ese deseo masculino (también femenino, pero menos) de tener poblada cabellera, y hasta algún mito relaciona pérdida de pelo con pérdida de fuerza, lo que contradice la creencia popular de que el calvo es más potente, más viril, más macho. Ya ves la relación que hay entre los extremos del cuerpo, extremidades aparte, ya ves que con frecuencia se buscan equivalencias entre cabeza y genitales. Pero lo cierto es que hasta alquimistas y chamanes buscaban ese ungüento mágico que impidiera la calvicie o que obrara el milagro de que volviera a crecer pelo en una cabeza lisa. En Lourdes no se ha registrado ningún caso. Y esa búsqueda incesante ha quedado reflejada en el refranero popular en frases que proclaman la bondad del agua de mayo o en eso de “con aceite de bellotas sale pelo hasta en las botas”. Pues ni aceite de bellotas, ni agua de mayo, ni jarabe de buhonero, ni ninguna de las mil y una pócimas de los sacacuartos. No hay nada contra la alopecia y lo que hay produce efectos contrarios a lo que se pretende conseguir con una mata de pelo. Ni los transplantes son buenos. Y no veas cómo queda el peluquín. No hay más que recordar la escena del Dioni en un programa de televisión O sea, que la imperfección no es mala si sirve par el progreso de la ciencia y al mundo. Pero claro, lo malo es cuando le toca a uno esa imperfección de ser calvo. No queda más remedio que paciencia, barajar y esperar la suerte del científico.
