Muchos comentaristas han hecho un análisis en profundidad de la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y han puesto de manifiesto algunas contradicciones aparentes: la más reveladora es que los españoles se dispondrían a votar a Mariano Rajoy con una abrumadora mayoría, en concreto diecisiete puntos, aunque al mismo tiempo, parece que tampoco se fían para nada de él ni de sus condiciones como candidato. Es más, incluso reconocen más valores en Rubalcaba, al que no van a votar. Siguiendo esta línea errática, en varios sondeos rápidos realizados tras el debate televisado entre los dos candidatos, el pasado lunes, el candidato del Partido Popular apareció como ganador, cosa que a mi entender no habla demasiado bien de nuestro nivel de exigencia con la dialéctica de los presidenciables españoles y podría ser considerado de alguna manera incoherente. Sin embargo, tengo la impresión no demostrable de que estamos asistiendo a una situación completamente novedosa, donde deberíamos alterar nuestra habitual lógica interpretativa de las conductas sociales. Creo que la sociedad, que los ciudadanos, están burlándose de los encuestadores y de los estudios y análisis, actuando de forma aparentemente ilógica. Me voy a explicar, pero antes reconozco que estoy haciendo una elucubración para la cual no tengo ninguna evidencia y que tampoco dispongo de los medios para comprobar la certeza de mis afirmaciones, salvo esa para-ciencia que consiste en preguntar en el círculo de amigos y conocidos, método del que habitualmente salen resultados no traspolables ni fiables. O sea, si lo prefieren, esto no deja de ser una hipótesis en vacío. LOS RECORTES, EN SECRETO Mi idea viene alimentada, además, por el hecho de que nadie parece haberse sentido engañado con el contenido del debate electoral del lunes, pese a que ninguno de los dos candidatos afirmó que va a recortar seriamente el gasto público. Más bien, todo se limitó a asegurar que se mantendrían los servicios públicos básicos, las pensiones, los derechos laborales y hasta, en el caso de Rajoy, las inútiles diputaciones. Es decir: estamos cada día viendo lo que está pasando en Portugal o Irlanda, escuchamos con lujo de detalles a dónde ha llegado Grecia y lo que le espera, vemos las medidas que le exigen a Berlusconi y, sin embargo, nuestros líderes nos cuentan que aquí vamos a librarnos de esta terrible 'motosierra' y aparentemente nos lo creemos, como si eso fuera verosímil a esta altura de la crisis. O sea que nos van a curar el cáncer con aspirinas. Me da la impresión de que aquí estamos ante un fenómeno extraño, inusual, de los que vuelven locos a los sociólogos, y que registra pocos precedentes. Entre ellos, por ejemplo, yo mencionaría la ilógica conducta de los británicos al final dela Segunda Guerra Mundial cuando, tras seguir en los momentos de zozobra a un líder incuestionable como era Winston Churchill, no lo votan para los tiempos de paz y lo mandan a casa. Aquí, hoy, puede estar ocurriendo algo igualmente ilógico que explique esos diecisiete puntos de diferencia, en favor de un candidato del que podemos sospechar que no nos va a regar con buenas noticias y del que decimos que no nos gusta. Para mí esto se debe a que, en contra de lo que se podría deducir del debate televisivo, todo el mundo entiende casi perfectamente lo que va a ocurrir en el futuro, lo intuye, lo imagina. De la misma forma que todo el mundo ha comprendido con exactitud qué ha sucedido en estos cuatro años, pocos dudan de lo que, según el CIS, van a votar. ¿No será que la mayoría comprende que en estos cuatro años hemos vivido de improvisación en improvisación, gracias a un gobierno en el que Rubalcaba tenía un papel relevante? Aunque quizás la sociedad no sea capaz de estructurar una reflexión ordenada ¿no será que la gente intuye que, sea cual sea el precio, en la época del Partido Popular pareció que la economía estaba bajo control? ¿No será que el tema de la economía, el empleo, el paro, el empobrecimiento, juegan en una liga diferente, más decisiva para los ciudadanos, que otros asuntos que sí pueden ser más socialistas? SITUACION ABSOLUTAMENTE EXCEPCIONAL ¿No será que los ciudadanos, que quizás no fueran capaces de detallar cómo serían los diversos niveles en los que interactúan con el discurso político, sí entienden que más vale nombrar al político menos atractivo, menos seductor, que no a quien tal vez se exprese mejor pero que también nos ha estado mareando con sus juegos de palabras que nos han dejado en este lamentable estado? Rubalcaba insistió en el debate en intentar llevar al candidato del Partido Popular a la situación de reconocer que va a aplicar recortes severos. Yo creo que la mayor parte de los ciudadanos sabe que Rubalcaba tiene razón, aunque quizás no en las cuestiones exactas en las que inquirió a Rajoy. Las respuestas espectacularmente ambiguas de Rajoy vinieron a ser una confirmación de que, además de gallego, es muy probable que nos esté llevando al quirófano para someternos a cirugía mayor, tal vez incluso sin anestesia. ¿No será que todos sabemos que esto va a ser así, que aquí tenemos que pasar por un calvario y que mejor de eso no hablemos que, sea como sea el calvario, no podrá ser peor que lo que estamos viviendo? Yo no tengo ninguna forma de certificar mis afirmaciones. Pero creo que en lo que hace referencia a la legislatura que viene, existe una suerte de espiral de silencio colectiva. Las espirales de silencio están estudiadas y demostradas, aunque en este caso concreto no se ha analizado. No sólo porque la gente probablemente esté cansada de hablar de la crisis, sin ver soluciones, sino porque esta es una situación en la que las verdaderas opiniones de los ciudadanos puede que no emerjan ante el temor a quedar minorizados, a que lo que uno dice sea rechazado por la mayoría. Si quienes sostienen estas opiniones son mayoría pero callan, entonces podría hoy estar ocurriendo este fenómeno, única explicación que, para mí, podría tener el que vayamos a votar al candidato que, reconocemos, no nos gusta.





