El jueves pasado el Govern Balear nos dijo que tiene que aplicar recortes por un importe de 380 millones de euros, si quiere controlar el déficit, para ver si logra financiación bancaria para pagar algunas deudas a proveedores particulares. Y el viernes, Zapatero convoca las elecciones generales para el próximo 20 de noviembre, con lo que llena de canto rodado el camino empinado de recortar el gasto en este periodo preelectoral. Digo empinado por no decir que esta es la cuadratura del círculo, una tarea que incluso a Santa Rita se le haría difícil. Hay que intentar explicar exactamente de qué hablamos cuando decimos 380 millones de euros y así entender la dimensión del recorte. Por ejemplo, en los Presupuestos de 2010, que fueron prorrogados a 2011 y que por lo tanto son los que están en vigor, la conselleria de Obras Públicas tenía 17 millones de euros para invertir; y la de Medio Ambiente, 47. Ya en ese año, sólo para pagar los intereses de la deuda, entonces bastante menor que hoy, se destinaban 102 millones (70 para el principal). En la actualidad, contando con la ampliación del endeudamiento y con la subida de los tipos de interés, debemos estar en los 150 millones de euros anuales de intereses, sin la devolución del principal, muy variable. Toda IB3 (esa televisión que, aunque sea de forma transitoria, está a las órdenes de un conseller, que es como si un ministro estuviera al frente de TVE) gasta anualmente 55 millones, sin que conozca ingreso significativo alguno. Parece evidente que es imposible ahorrar 380 millones a partir de cuestiones menores, de gastos suntuarios. Entonces, la pregunta central es ¿dónde se va el dinero, hasta los 3.500 millones? En realidad, en toda España ocurre lo mismo: haciendo un poco de caricatura, las autonomías son Sanidad y algo más. Sólo en el gasto corriente sanitario, Baleares gastaba hace dos años más de mil millones de euros, a lo que hay que sumar las inversiones. Una locura fuera de control. Todos queremos más, todos pedimos mejor servicio, nos han hecho siete hospitales nuevos en la última década, hemos integrado a todo el que pasaba por aquí porque la Sanidad es un derecho, y al final esto se ha ido de las manos. Sanidad, precisamente lo más delicado, lo más popular, lo único que con la Educación es real, tangible, perceptible. Como vemos, la cuestión central es que recortar 380 millones exige cirugía mayor; no son recortes decorativos; no podemos decir que la Sanidad y la Educación van a quedar fuera de las áreas de ahorro porque eso significaría cerrar todo lo que no fueran escuelas u hospitales. Hay que descartar la posibilidad de aplicar ahorros que pasen desapercibidos: de esta hay que romper la vajilla; se tiene que notar. Es obvio que el Gobierno no quiere hacer un estropicio, porque va en su contra, pero también es evidente que o se mete el bisturí hasta donde hace daño o no arreglamos nada. 380 millones es un dineral que no se ahorra con aparcar cuatro coches oficiales o con suprimir las comidas de los altos cargos. Si no hubiera elecciones, el Govern seguramente se plantearía cerrar algún hospital (así y todo posiblemente aún estaríamos mejor que en Nueva York), paralizaría el Metro (que es la decisión que menos impopularidad puede causar, pero que difícilmente llegaría a los 10 millones de euros/año) o, incluso, reduciría el número de centros educativos, subiendo los ratios de jóvenes por aula. Pero, con unas elecciones a la vuelta de la esquina, con un Rajoy que sólo sueña con lo que le pasó en las dos últimas citas con las urnas, y con una oposición armada para defender su dignidad de la mejor manera posible, cortar por lo sano va a ser virtualmente imposible. Por lo tanto, el reto de los próximos meses es muy interesante: de un lado la izquierda vendiendo que con ellos no hubo recortes -lo cual es verdad, aunque haya sido una irresponsabilidad- y, de otro, la derecha, que se juega Madrid -no olvidemos nuestra condición de sucursal-, pero que tiene que demostrar que es capaz de ahorrar este dineral en seis meses, que tiene la fórmula, que se presentó sabiendo lo que tenía por delante. Más de uno lamentará haberse presentado a las elecciones.





