He leído con atención las palabras que, recogidas por la prensa, pronunció ayer Ginés Quiñonero en la reunión convocada por el Ayuntamiento de Palma con la totalidad de las asociaciones de Son Gotleu, con el fin de intentar poner fin a la conflictividad que se vive en la barriada, unas palabras en las que llama a las cosas por su nombre, con meridiana claridad. Quiñonero, que ya debe estar harto de tanto ‘buenismo’ político, de tanto papanatas que nunca ha pisado Son Gotleu y de tanto talante, dijo lo que todos pensamos pero muy pocos se atreven a expresar en voz alta porque no es políticamente correcto. “A esta gente no les gusta que le digan las verdades. Venden droga, están ilegal, reciben subvenciones y encima quieren que les riamos las gracias”, afirmó rotundo, en clara alusión a los nigerianos que, ofendidos, se levantaron y abandonaron la reunión. Estoy con Ginés Quiñonero, comparto todas y cada una de sus palabras y si los políticos tuviesen la valentía de actuar como deben, hace tiempo que el problema estaría resuelto, pero con su política de manga ancha, su miedo a hacer cumplir la ley, su temor a que les llamen xenófobos, racistas o fascistas, han provocado el conflicto en el que estamos metidos. Y Ginés Quiñonero, con un historial que puede tapar la boca a todos estos demócratas de nuevo cuño, les ha dicho a la cara lo que miles de ciudadanos piensan. Ya era hora de que alguien pusiese las cosas claras y llamase al pan pan y al vino vino.
