El éxito de la Ruta Martiana está generando problemas entre algunos vecinos, y remarco “algunos”, que son los que hacen ruido, porque desde que se estableció esta iniciativa, el barrio de Sa Gerreria ha recobrado lustre, en sus calles reina el buen ambiente, y los bares mejoran sus cuentas. Las críticas al exceso de ruido parecen para muchos desmesuradas, pues desde que el asunto saltó a los medios de comunicación, tanto restauradores como clientes hacen lo necesario para que se propague el civismo, y así lograr que la Ruta Martiana tenga una larga vida. Quienes salimos los martes y ciertos miércoles a tomar unas cañas por detrás de la Plaza Mayor empezamos a temer que este buen ambiente del que ahora disfrutamos vaya a terminar de la misma forma que lo han hecho cada iniciativa social que ha aterrizado en Palma y que nos acercaba en términos de ocio a las grandes capitales. La vida de provinciana de Palma tiene ahora una salida característica de por ejemplo los domingos en Madrid y Barcelona, en barrios como La Latina o el Parque Ciutadella, donde los vecinos no aumentan su impertinencia al menor síntoma de elevación del decibelio. Será verdad que el aburrimiento de una ciudad de tamaño medio lleve a que algunos residentes se dediquen a fastidiar a la inmensa mayoría.
