El pasado jueves, 3 de febrero, Zapatero asumió ante Ángela Merkel la dureza de controlar el gasto, de limitar el endeudamiento, de, incluso, sancionar a los países que incumplan con los horizontes pactados. El lunes, tras entrevistarse con el presidente catalán, Artur Mas, autorizaba 11 mil millones de euros de endeudamiento adicional y, ayer, tras las protestas de otras autonomías, volvíamos a caos: todos podrán salir de banco en banco, para endeudarse en lo que necesiten. El acuerdo de ayer no es un tema de segunda, no es sólo 'el chocolate del loro'. En España, el Gobierno central tiene un gasto anual que supera por poco los cien mil millones de euros, mientras que las autonomías gastan más de 175 mil millones, algo significativamente mayor. Autorizarlas a que sigan endeudándose es permitir que se abra el grifo mayor. De nuevo España da un bandazo. De nuevo demostramos que sólo somos capaces de responder cuando el agua está al cuello pero que, a la primera ocasión, dejamos de ser serios y rigurosos. De nuevo podemos volver a poner a los mercados en alerta. De nuevo se ve que no somos de fiar. De nuevo.
