Estos días caniculares tan proclives a la lectura bien atrincherado en tu sillón favorito con el termostato del aire acondicionado a temperatura moderada, hay que moderar el gasto energético, por el medio ambiente y por la economía, he leído el libro “Otros mundos” de Thomas Halliday, un interesantísimo texto sobre paleobiología.
A pesar del título y de mi conocida afición por la ciencia-ficción y la astronomía no es un tratado sobre mundos exteriores, del sistema solar o de más allá, sino de otros mundos en este mismo, en nuestro propio planeta. El subtítulo de la edición española nos los aclara: “Viaje por los ecosistemas extintos de la Tierra”. Se trata de un viaje atrás en el tiempo a través de las distintas épocas y periodos geológicos de nuestro planeta en los que existido vida multicelular, desde el Pleistoceno, hace unos veinte mil años, hasta el Ediacárico, hace entre 635 y 550 millones de años.
Pero no se trata de un libro de paleontología que se limite a hacer una exposición más o menos detallada y sistemática de los fósiles hallados correspondientes a cada periodo, sino, como ya he expuesto, de un texto de paleobiología, esto es, que recrea los ecosistemas existentes en cada periodo, desvelando las relaciones entre las distintas especies y el entorno geográfico, climático y geológico del planeta y, de ese modo, nos presenta cada época como si estuviéramos viendo un documental de “otro mundo”.
A lo largo de casi 600 millones de años el libro nos va guiando por la historia de nuestro planeta a través de los cambios geológicos, con los continentes que se juntan y se separan, de los cambios climáticos, con épocas de frío panplanetario y de calor tórrido, de los cambios geográficos, con el nivel de los mares más bajo y más alto que el actual y de los cambios biológicos, con especies que surgen y otras que se extinguen, incluyendo cinco extinciones masivas conocidas hasta el momento.
Acabamos el viaje en el periodo Ediacárico, hace casi 600 millones de años, cuando aparece el registro fósil más antiguo hallado hasta ahora de seres vivos multicelulares. La vida en el planeta es mucho más antigua, pero consistía solo en microorganismos unicelulares. Estos primeros, hasta ahora, seres pluricelulares conocidos son muy raros y es difícil adscribirlos a un grupo biológico concreto, aunque al menos algunos de ellos parecen animales, de ahí que se suela denominar al conjunto como fauna ediacárica, si bien hay que autores que, ante la dificultad de clasificar estos fósiles de modo inequívoco, prefieren hablar de biota ediacárica. El nombre procede de las colinas de Ediacara, un cadena montañosa del estado de Australia del Sur, donde fueron descubiertos por primera vez estos enigmáticos seres biológicos extintos.
Este libro nos ayuda a entender que el tiempo geológico es muy distinto del tiempo biológico y que el planeta sigue ritmos que evolucionan a lo largo de decenas o centenas de millones de años, mientras que los seres biológicos, a título individual, tenemos como mucho algunas decenas de años, unos pocos siglos en el caso de algunos vegetales y algún milenio en unos pocos casos excepcionales y, a título de especie, solemos extinguirnos en unos pocos millones de años.
Ahora mismo, ante la emergencia climática, la crisis económica y la crisis ecológica que padecemos, abundan los mensajes apocalípticos que afirman que estamos destruyendo el planeta y que provocaremos una nueva extinción masiva en la que, con toda probabilidad, nos extinguiremos también nosotros. Otros, negacionistas, relativizan y minimizan la emergencia, afirmando que se trata de un ciclo natural que seguirá su curso.
Lo cierto es que el incremento global de la temperatura es un hecho innegable y que tiene un origen antropogénico. Aunque puede ser que estemos en un periodo interglacial que implique un ciclo geológico de aumento de la temperatura del planeta, la aceleración continua y sostenida de las últimas décadas es desaforada e
incuestionablemente tiene su origen en la actividad humana. Ello unido a la contaminación masiva del aire, la tierra y el mar, al agotamiento de los recursos no renovables, a la sobreexplotación de los renovables y a la superpoblación, nos coloca en una situación de catástrofe ecológica inminente.
Pero la catástrofe es para el entorno ecológico actual, que es en el que hemos evolucionado nosotros, no para la Tierra. Si seguimos como hasta ahora es muy posible que provoquemos la sexta extinción masiva y que nosotros nos vayamos con ella. El mundo, en cambio, seguirá su curso, se reequilibrará, aparecerán nuevas especies que sustituirán a las extinguidas, se producirán nuevas explosiones de vida, nuevos cambios climáticos, nuevas uniones y separaciones de continentes, nuevas elevaciones y descensos del nivel de los mares. En definitiva, irán apareciendo y desapareciendo “otros mundos” y el nuestro será uno más en la historia geológica y nosotros una especie extinguida más en la historia biológica del planeta.