Paz y fraternidad

Hay, por desgracia, muchos asuntos negativos sobre los que escribir, opinar, a los que analizar: el colapso ecológico del planeta por la contaminación y el cambio climático, la superpoblación y la escasez de recursos y alimentos, provocada por el propio exceso poblacional y la misma destrucción masiva del medio ambiente, el rampante ascenso de populismos de extrema derecha, racistas y xenófobos, que están poniendo en peligro democracias débiles como las de los países del antiguo bloque comunista, Turquía, Italia, los países iberoamericanos y algunos africanos y asiáticos, pero también otras consolidadas y prestigiosas como las de los países escandinavos, Austria, Holanda e incluso el Reino Unido y Francia, en España el franquismo nunca se fue, ha seguido con nosotros tras la autoamnistía que se concedió durante la Transición, la consolidación de Rusia como un estado mafioso, autoritario y revanchista, la de China como segunda potencia económica mundial con una absoluta falta de libertad y respeto a los derechos humanos bajo el férreo control del partido comunista, la demolición de la democracia en Estados Unidos por un presidente errático, imprevisible y con fobia a los controles al poder que consagraron los padres fundadores, la creciente desigualdad provocada por la nefastas políticas neoliberales monetaristas aplicadas por el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea debido a la crisis, que dura ya diez años y no tiene visos sino de empeorar en el futuro próximo, la emergencia humanitaria ocasionada por los desplazamientos masivos de personas que sobreviven en condiciones infrahumanas o perecen en las travesías, o son explotadas, violadas y asesinadas por el camino, y tantos otros.

Pero este artículo se ha de publicar el día de Navidad, un día que en nuestra tradición, seamos cristianos o no, creyentes o no, está imbuido de un espíritu de paz y amor, de reunión familiar, de fraternidad. Los creyentes cristianos celebran en la Navidad el nacimiento de Cristo, hijo de Dios, que según sus creencias vino al mundo para redimir a la humanidad. La fecha, sin embargo, fue elegida por la Iglesia Católica para sustituir a las Saturnales, fiestas en las que las familias se reunían, se repartían regalos y, por supuesto, había jolgorio generalizado y también un punto de exceso, más o menos como ahora. Se celebraban en el Imperio Romano para recibir al solsticio de invierno y culminaban el 25 de diciembre, precisamente, día en que se conmemoraba el advenimiento del Sol Invictus, el inicio de la nueva luz, a partir del que los días se van haciendo progresivamente más largos.

Yo soy agnóstico, no creo en un cristo redentor, ni en un dios creador omnipotente, ni mucho menos, por supuesto, en un sol invictus, pero sí creo en el espíritu de paz, amor y fraternidad universales que implica la Navidad y soy un firme partidario y defensor de estas fiestas, incluidos sus excesos gastronómicos y derroche económico.

Feliz Navidad a todos.

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