Usted puede salir a la calle estrechando manos y hasta, rara avis, haciéndose 'selfies' con los entusiastas en Murcia, en Alicante, en el distrito 'rojo' barcelonés de Nou Barris; usted puede lanzar proclamas desde los atriles mitineros denunciando que más corrupto es el otro -menuda oportunidad electoral le ha dado Rato al socialista Pedro Sánchez: ¿quién se acuerda ya de Chaves y Griñán?--. Lo que no puede usted es eludir el papel que le corresponde al Parlamento, que es el núcleo de una democracia sana: cuanto más poder Legislativo, menos Ejecutivo y menos Judicial, más vigorosa será la democracia en un país. Así que si usted pide inútilmente, porque la mayoría absoluta de escaños hace oídos sordos, una comisión de investigación parlamentaria sobre el 'affaire Rato', algo anda mal. Si el reglamento de la Cámara Baja impone límites severos a las sesiones de control parlamentario, de manera que el 'caso Rato' que insuficiente o nulamente explicado, también mal asunto.
No sé si, contra lo que sugiere el secretario general del PSOE, el descalabro se arreglaría con el ceso o la dimisión del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro; creo que no es este precisamente el momento en el que Montoro debe abandonar el Gobierno. Me parece que mucho antes de eso habría de producirse una explicación a fondo, en sede parlamentaria, de nada menos que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Cierto que el 'caso Rato' se ha destapado -bueno, en realidad no se ha destapado aún, a mi entender: dice Rajoy que nada tiene que ver con la amnistía fiscal, pero aquí nadie detalla nada-en el peor momento, cuando falta un mes para las elecciones municipales y autonómicas que darán el pistoletazo de salida hacia las elecciones generales. Ignoro quién filtró el asunto y convocó a las cámaras de televisión frente al domicilio del ex (hay variedad de rumores sobre la autoría y sobre la demasía), pero flaco favor hizo a la causa del partido que gobierna en nuestro país y que tiene un enorme poder territorial que las encuestas advierten que va a quedar bastante disminuido.
Pero ahora, con o sin elecciones a la vista, lo sensato sería hacer frente al chaparrón asumiendo una comisión de investigación en ese Parlamento en el que Rato tanto peso tuvo. Sería un ejemplo de cómo afrontar las cosas con transparencia, porque 'lo' de Rato, sea lo que sea, dista mucho de ser un 'caso particular' y sí, en cambio, es algo que, como hubo de reconocer Rajoy el sábado en Murcia, afecta al PP. A Rato no le tocó en una tómbola ni la dirección del FMI ni, menos aún, la presidencia de una Caja, la de Madrid, que tanto contribuyó, parece, a quebrantar: estaba allí porque era alguien muy vinculado, con largos lazos históricos, al partido que otorgaba tales favores.
El 'affaire Rato' es un caso político de primer orden y esta misma semana que comienza, semana de galopada hacia las elecciones del 24 de mayo, deberíamos saber los ciudadanos cómo piensan abordarlo quienes han de hacerlo, más allá de intentar tirar balones fuera tratando de convertirlo en un asunto particular: nadie dijo nada semejante en el caso de la 'herencia' de los Pujol, por ejemplo. Y ya digo: para lavar los trapos sucios, lo que ha de hacerse a la vista de la ciudadanía, nada como el Parlamento. Sobre todo, cuando desde el Ejecutivo no se detectan señales de un verdadero afán regeneracionista. De hecho, apenas se detecta movimiento alguno, lo que parece ya preocupante.
Fernando Jáuregui / Diario Crítico





