Semeja que no ha pasado el tiempo, que la historia de este país, como decía Anguita, cabe en un folio; se repite constantemente. Hete aquí un febrero de 1936, cuando el socialista marxista Largo Caballero, apretando a Azaña de Izquierda Republicana y sus ministros, exige la liberación, la amnistía, de todo cuanto preso, revolucionario o no, esté en las cárceles. Coadyuvado de otro socialista marxista, Prieto y su Comisión de Garantías, con el consiguiente pucherazo en la segunda vuelta, logran
que se abra el Congreso compuesto por miembros de 32 partidos, con un gobierno ya constituido. Entretanto, el orden público se veía constante y gravemente alterado, siendo obviados todos los delitos surgidos de manos revolucionarias, republicanas, anarquistas, sindicalistas o extremistas.
Azaña cede y concede, en la creencia de que su molicie hará que pronto “escampe” y retorne la normalidad. Y el señor Gil Robles, la derecha o el centro derecha o como quiera llamársele, impasible, pasivo, renuente a cualquier paso que sea posible considerarlo oposición. El presidente de edad, Ramón de Carranza, constituida la Mesa, levanta las sesión de la Cámara y tiene que salir por piernas dado que no grita “Viva la República” como colofón al cierre de la sesión parlamentaria. Resulta curioso que algún diputado se atreviese a remedar a Azaña y su gobierno con los versos del Marqués de Hita; Revolviendo los mundos, a todos engañados, a lo necios facedes las mentiras verdades.
Hoy, un marxista ocupa el lugar del estalinista Largo Caballero y presiona al gobierno de un fan republicano para que continúe su senda hasta alcanzar la radicalización del socialismo, recuperando su doctrina los tiempos de Suresnes. Ambos, con la ayuda inestimable de la ideología de género, del feminismo y del ecologismo extremo, están logrando que esos “necios” del marqués se traguen todas sus trolas, convertidas en verdades o dogmas por arte del gurú áulico. Es una sandez preguntarse dónde están los ideales del actual gobierno más allá del mantenimiento en el poder. Detrás de tal ambición todo es un gran camelo, presidido por un ser inflado de si mismo, con un sistema prestablecido y con el adorno de su firme decisión de llevarla a buen puerto, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Lo lamentable es que, carente de otros ideales, es incapaz de trasmitir uno al resto de ciudadanos. Y si algún osado se atreve a lanzar una idea, un proyecto, una queja la etiqueta cae sobre él inmediatamente; corporativista, fascista o, peor, franquista.
Y en medio de tal maremágnum, el gobierno social comunista sigue en su lento ascenso, sin que los “necios” se inmuten, ni la oposición se soliviante. Acaparar la judicatura, la prensa y sus profesionales, las televisiones, el CNI, el CIS, la Fiscalía, las Comisiones y Agencias supuestamente de control, los sindicatos, la actual Comisión de Garantías, es decir, el T. Constitucional, el T. Supremo, el BOE como editor de una república de leyes promulgadas al puro interés gubernamental, esta es la obra gubernamental. Y en el colmo, un verdadero cordón parlamentario con vetos y negativas a cualquier intento de averiguar qué hay detrás de tanta mentira, manipulación y argucia. Es la dictadura de la aritmética parlamentaria tan denostada cuando el gobierno es oposición y tan anhelada cuando la oposición todavía no es gobierno.
Contemplando la inutilidad de una Cámara ciega y sorda a todo cuanto no sea socialismo o comunismo sectario, el país navega por un mar con un solo título, pobreza. Pobreza democrática auspiciada por la ambición gubernamental; pobreza social soportada por la falta de ideales; pobreza moral con un nulo impulso de crecimiento más allá de una cultura de muerte, sea aborto, sea eutanasia, sea divorcio, sea mentira como lema; pobreza económica nacida del paro, del cierre y quiebra de empresas, del abandono de autónomos, de una “justicia” social que implanta un incremento del impuesto del IVA, de la Renta, de Sucesiones, de Patrimonio, de Sociedades, hasta de los refrescos; y, cerrando una lista infinita, pobreza intelectual que llega al extremo de premiar al suspenso, a la vagancia, para despreciar el esfuerzo, la competitividad, el hábito del estudio. Este es el panorama que nos presenta un hombre que se balancea al andar y otro que se agacha al hacerlo, aunque los dos caminan con el mismo adorno; apropiarse de la sociedad mediante su quiebra económica, moral, social, intelectual y democrática para implantar “su” revolución.
Un punto queda aún pendiente; el Jefe del Estado. Indalecio Prieto en aquel nefasto febrero del 36 deseaba acabar con Alcalá Zamora, presidente republicano, mediante convocatoria de elecciones. Ahora, otro comunista, pretende derrocar al Borbón mediante la invención de un referéndum, acusándole de ser un hijo político de Franco y de no haber sido votado.
Es el remate a su proyecto personal, únicamente personal. Iglesias hizo muchas promesas durante años, estando fuera del gobierno, mas habiendo entrado en él se ha olvidado de un montón, incluida su defensa del feminismo, pero no ha olvidado su “república” ni la “guillotina” para el Borbón. De ambas se ensueña dentro de su Audi negro y su “pisito” lejos de Vallecas. El hombre recuerda las palabras de su ídolo, Lenin, cuando proclamaba que la revolución para triunfar no necesita cabezas pensantes sino estómagos vacíos.