Al ver que el fénix se hallaba acurrucado en un rincón, Noé le preguntó: "¿Por qué no has pedido tu alimento?", a lo que el ave respondió: "Señor, tu familia está ya bastante ocupada y no quiero causarle molestias". La bendición de Noé que siguió al diálogo revela el mito tradicional que atribuye al ave Fénix la posibilidad de revivir, aún después de morir, por y para siempre: "¡Quiera Dios que nunca mueras!"
No lo digo yo, es un fragmento del Talmud de Babilonia (B. Sanhedrin 108 b).
La vida es cíclica. Momentos de arriba y abajo se van sucediendo sin que sepamos conscientemente el motivo. Me resulta curioso cuando, en señal de venganza hacia un hostil, se vocifera frases del tipo “Ya caerás”, “A todo cerdo le llega su San Martín” o “Siéntate y verás pasar el cadáver”. Decir eso es apostar sobre seguro. Al igual que no hay mal que cien años dure, tampoco hay bien que haga lo propio.
La salud, el dinero, el trabajo, el amor… todo sube y baja. Sin embargo, es más fácil caer que subir. Es más fácil dormirse en los laureles que remontar una situación difícil. Haberse desmoronado no suele servir de aprendizaje para amortiguar un ulterior descenso inevitable. ¿Por qué será?
¿La caída no nos sirve de escarmiento? ¿Será porque tenemos un alto componente de masoquismo? ¿Necesitamos tener presente lo doloroso para disfrutar mejor de lo agradable? o ¿Será porque, por naturaleza humana, preferimos subir y bajar antes que mantenernos en un punto estático? Por esencia, la metafísica no tiene una posición unitaria de la causa por la que suceden estos procesos de montaña rusa. No obstante, entiendo que los necesitamos para evitar caer en una profunda ansiedad.
Puede que tengamos una necesidad instintiva de caer porque nada nos place más en el fondo que el resurgimiento. La emoción de un inicio, el cosquilleo de la aventura, el descubrimiento de lo desconocido y enigmático… Son sensaciones que nos punzan el corazón. Cuando todo ello está superado, nos surge el anhelo inconsciente de destruir nuestra torre para reconstruirla de nuevo. En el subconsciente colectivo subyace el Pigmalión, tan explotado en literatura, cine y televisión. En el fondo, es hacer de la necesidad, virtud.
El mejor mensaje que podemos sacar de ello es que de lo más insignificante puede salir la cosa más bella y excelsa: una mariposa, una flor de loto, un ave fénix. A ello suspiramos llegar.
La tradición cristiana marca que en el día de inicio del período reflexivo de Cuaresma, se impone sobre la cabeza un poco de ceniza sobre la cabeza del practicante, repitiendo la frase del Génesis (3:19) “Polvo eres y en polvo te convertirás”. El ave fénix nos representa todo lo contrario: eres polvo, pero de él resurgirás con excelsitud.
Corolario: No nos preocupemos, la vida siempre acaba mal. Acaba con la muerte.





