Internet es una revolución de dimensiones que todavía no se pueden dibujar con exactitud, entre otras cosas porque aún no ha madurado. El libro, por ejemplo, cambió la forma de entender el mundo, cómo pensamos, cómo percibimos las cosas, pero fueron necesarios varios siglos de familiarización con la cultura escrita para ser capaces de entenderla y valorarla con precisión. Internet necesita aún mucho tiempo para que comprendamos qué impacto puede tener en nuestra forma de mirar las cosas y, sobre todo, en nuestro modo de entender las relaciones humanas (por llamarlas de alguna forma). Algunos estudiosos, prácticamente desde que conocieron esta nueva tecnología, están alertándonos sobre los peligros que se derivan de la incertidumbre sobre si nuestro interlocutor en la Red es quien dice ser, piensa lo que dice pensar y pretende de nosotros lo que nos está sugiriendo. Esta prevención, esta desconfianza, es la que este periódico digital tuvo presente en su momento cuando, después de bastante tiempo abierto a los comentarios de los lectores, decidió rectificar y suprimir esta opción. Yo, lo confieso, no lamenté la pérdida de esta ventana para los lectores porque, en general, no recuerdo haber visto contenidos de valor (aunque quizás ni yo mismo le hubiera puesto comentarios a un autor como yo, que muchas veces no inspira nada). Sin embargo, Internet, como el libro, como la radio, como la televisión, no será lo que algunos podamos pensar, sino lo que el público, la sociedad, la mayoría quiere. Por lo tanto, ante el evidente clamor del lector para poder opinar, hablar, expresarse, Mallorcadiario ha vuelto a aceptar comentarios. Así que, el primer día en que Mallorcadiario permitió, de nuevo, que sus lectores hicieran comentarios, creo que el primero de este mes de diciembre, acudí a última hora a ver si alguien había dicho algo a mis humildes reflexiones. Entré en mi artículo y, ¡sorpresa! había un comentario de los lectores. Leí el pseudónimo que empleó el autor del único comentario: “Flipao”. Suficiente para que no me atreviera a leer el contenido del mensaje. ¿Qué quieren que les diga? Tal vez las opiniones del amable lector que puso su comentario en esta página fueran valiosísimas; tal vez incluso compartiera mis puntos de vista, lo cual siempre infla el ego de quien escribe. Pero, confieso que yo no fui capaz de leer qué decía mi comentarista “flipao”. ¿Qué tengo prejuicios? Pues, la verdad es que la palabra “flipao” no me condiciona positivamente, no me predispone para recibir una aportación que pueda considerar valiosa, no me sugiere nada atractivo. Si, en cambio, como sucede en la vida real, el comentarista se hubiera presentado con sus datos verdaderos, con sus nombres y apellidos, hablando con plena identificación, lo hubiera tomado más en serio. Pero aún quedan siglos para saber si terminaremos hablando con “flipaos” o si lo haremos con personas con nombres y apellidos, con una identidad reconocible. Es lo que Internet nos ofrece, nos impone y que nos va a condicionar seriamente.





