Los mallorquines en general hemos tratado a Jorge Lorenzo peor que a, por ejemplo, Rafa Nadal. Incluso si nos remontamos a años atrás, deportistas con menos palmarés han merecido más honores que el piloto palmesano, al que no es que se haya despreciado ni mucho menos, pero no ha recibido un trato acorde con su currículum, ni tampoco el apoyo institucional del que se han aprovechado otros.
Y ahora que atraviesa por su peor momento en años, y eso que aún puede optar al subtítulo mundial, es de justicia no olvidar lo que ha conseguido y lo que aún le queda por conquistar. La pregunta del millón es ¿qué le pasa a Jorge Lorenzo?. Lo difícil es la respuesta porque se han juntado varias cosas: fallos en la toma de decisiones, climatología adversa en más de un circuito, caídas, su enfrentamiento con Valentino Rossi y, por supuesto, su nuevo contrato con Ducati.
Ahí surge la gran duda: ¿se ha preocupado Yamaha de él una vez que se conoció su fichaje por la escudería italiana?. Todos dirán que no, pero nuestro campeón no se sentía a gusto con Il Dottore pared por pared, ya desde el principio cuando hubo que colocar un murete entre ambos. En la marca japonesa Jorge siempre se ha sentido el número dos, aunque las clasificaciones dijeran que era o debía ser el líder. Y si, probablemente debido a eso, la cabeza le ha jugado malas pasadas.
2017 será un año experimental. Su futuro dependerá en gran medida de la máquina que la fábrica de Bolonia ponga a su disposición y del plazo que le permita probarla con tiempo suficiente para las oportunas correcciones. Particularmente pienso que Jorge Lorenzo no se ha ido, sólo que nadie sabe, ni él mismo, dónde está.
