Antonio Tarabini, en un estudio de su fundación Gadeso, hecho público este fin de semana, afirma que la mayor parte de los jóvenes de 20 años no creen en las religiones, en ninguna, que están a favor del divorcio, de la relación de pareja sin matrimonio y de las bodas de homosexuales. Por supuesto, Gadeso basa su estudio en un trabajo de campo que le permite otorgar validez científica a sus conclusiones, las cuales se rigen por métodos contrastados y, por lo tanto, merecen la credibilidad que no tengo yo ni ningún particular a partir de su 'olfato', por mucho que en ciertos casos esté nutrido por una intensa relación con los jóvenes de hoy. Pero, sin más voluntad que aportar puntos de vista que no necesariamente contradicen este trabajo, a mí me da que en muchos casos, yo diría que en la mayoría, las respuestas a las preguntas, son una forma de eludirlas. ¿Son los jóvenes de hoy, principalmente religiosos? No, por supuesto. Pero yo no diría que son contrarios a la religión. Creer exige pensar, razonar y sentir. Ser ateo también exige pensar, razonar y sentir. Ser ateo no es cualquier cosa: hay que tener una estructuración del pensamiento suficientemente sólido para sostener estas posturas, al menos para poder soportar una charla con el Testigo de Jehová que llama a la puerta. Y aquí sí me atrevería a decir que, con todas las excepciones que se quiera, nuestros jóvenes ni son ateos, ni creyentes, ni agnósticos: no son nada. Están, viven, sobreviven, aspiran a muy pocas cosas y tienen inquietudes bastante pobres, aunque no necesariamente baratas. Curiosamente, contestan que están a favor del divorcio y después a favor de las bodas pero, cuidado, sólo para homosexuales porque en el caso de los heterosexuales parecen preferir la relación de pareja sin matrimonio, lo cual es bastante contradictorio. Yo me atrevería a decir que si el encuestador, además de preguntar si creían en alguna religión o no, hubiera ofrecido la opción “No tengo ganas de contestar a estos rollos que me está preguntando porque no me importan para nada; me da igual si la gente se casa o no, no me importa que sean o no homosexuales; que hagan lo que quieran”, el resultado del estudio habría sido bastante diferente. Ya me gustaría creer que tras las opiniones que refleja la encuesta haya un pensamiento, una idea, un proceso de análisis. Mi conocimiento de los jóvenes que salen de nuestro sistema educativo (por llamarlo de alguna manera y para que nos entendamos) no me permite contradecir este estudio, pero sí apuntar a que tal vez simplemente no hay posturas, no hay definición, porque no hay análisis, preocupación, ideales.





