Reírse de nosotros

El espectáculo de Podemos en el Parlament continúa, como algunos preveíamos desde el inicio de esta legislatura. Pero, si al comienzo de este ciclo nos hacía una cierta gracia la bisoñez y maleducada espontaneidad de algunos de sus miembros, a estas alturas el espectáculo ya aburre.

Y, sobre todo, causa indignación a la ciudadanía que los podemitas monopolicen la cámara balear para ventilar en ella sus cuitas y disensiones internas, la mayor parte de las cuales nada tienen que ver con la ideología o la política cabal, sino más bien con las más prosaicas y vulgares rencillas personales.

Personalmente, me trae al pairo qué personaje de la lista populista ocupe –quizás debiera escribirlo con k-, en el futuro, la presidencia del Parlament.

Sin embargo, pienso que Xelo Huertas, tras la ratificación de su expulsión por parte de los órganos centrales del partido, no debe tener muchas ganas de complacer a quienes la han represaliado sin un solo motivo de fondo con un sustento jurídico mínimamente decente.

A Huertas la han purgado porque no es de la cuerda de quien manda, al más puro estilo estalinista. Hay cosas que nunca cambian.

Por otra parte, la aplicabilidad del artículo 39.c) del Reglamento del Parlament para conseguir expulsar a Huertas de la presidencia es sumamente discutible en este caso, puesto que, más allá de la dudosa constitucionalidad de ese artículo, lo cierto es que, además, está literalmente previsto para supuestos en que el miembro de la mesa ha abandonado voluntariamente su grupo parlamentario. Es decir, se trataba de un mecanismo para sancionar a los tránsfugas. Pero Huertas es cualquier cosa menos una tránsfuga, pues ella no ha dejado el grupo parlamentario podemita, sino que han sido los capitostes de su formación los que la han echado a patadas y, además, sin haber cometido más pecado que, si acaso, el de pensamiento.

Lo penoso de todo este show es que Podemos consigue capitalizar la atención de un debate, como el de aprobación de los presupuestos, que para los ciudadanos tiene gran trascendencia, haciendo que las cuentas públicas se nos representen como un asunto baladí y pasen a un segundo plano de actualidad, mientras se deshoja la margarita de si Xelo Huertas se irá o no voluntariamente y cuándo, o de si Seijas entregará su acta de diputada. Y no olvidemos que todo este cambalache se financia con cargo al sufrido contribuyente, que es el que mantiene una institución que, desde hace un año, solo está sirviendo para escenificar los culebrones podemitas y poco más. Esta legislatura, desde luego, promete hacerse muy larga.

Lo mínimo exigible al Govern y a los grupos que lo sustentan es que, al menos, procuren no dejar tan claro que se ríen de nosotros.

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