Decir que el euro está muerto ya no es una 'boutade' o un disparate. Las afirmaciones pierden esta categoría cuando son frecuentes, cuando se convierten casi en comunes, cuando son diarias, cuando están en boca de personas habitualmente sensatas y bien informadas. Y eso es lo que está pasando con la unión monetaria europea y los analistas expertos en economía y finanzas. Del euro hoy se dice, de menos a más, que tiene que deshacerse de Grecia, que debe separar al Sur, que tiene que prescindir de Alemania y de Holanda o lo peor, que morirá por inacción, porque no hay quien ponga orden en un modelo esencialmente imposible de gestionar. El grupo de defensores de la unión monetaria está refugiado en el poder y hay serias dudas sobre si opinan realmente que el euro y la unión monetaria tiene futuro o si es que ahora misma no tienen otra alternativa. Los expertos, unánimemente, creen que no se puede tener una única moneda con economías tan dispares que van desde el disparate griego, donde las cosas van como en Argentina, pasando por desastres un poco menos esperpénticos como España o Italia, hasta países ortodoxos, rigurosos, metódicos y aplicados como Holanda y Alemania. Ahora, pues, volvemos a la inestabilidad, con España en la parte más delicada del tablero, en medio de un conflicto tremendo que amenaza con enquistarse y robarnos al menos un quinquenio más de desarrollo. Las cosas pintan mal no sólo para un Zapatero que ya no existe políticamente sino, incluso, para su alternativa.





