Salut!

La tramitación parlamentaria de los presupuestos de una Comunidad y su imprescindible debate político siempre merecen más atención que la liquidación de las partidas de gasto e ingresos, con sus desviaciones, al cierre contable. El ruido de las intenciones aparentes de un Ejecutivo o los intentos de apocarlos por parte de la oposición, silencian siempre la intervención real de una gestión pública, oculta frecuentemente tras los grandes números.

No parece que vaya a resultar diferente con la recién nacida Facultad de Medicina de Baleares, que Gobiernos de distinto signo han desestimado en varias legislaturas, saturada por la extensa oferta nacional y amenazada por carecer de recursos, en un entorno de consolidación fiscal. Solo la decidida apuesta del equipo de Armengol, apoyada por los partidos conservadores y la resistencia de sus socios de Podemos, ha levantado la verja del módulo H del controvertido hospital de Son Espases, para poder albergar cinco docenas de futuros galenos.

Un obstinado objetivo que, el día en el que cierra la inscripción definitiva de alumnos, no va a responder a los argumentos que justificaron su prioridad. Hace pocos meses, era esencial que nuestros jóvenes no tuvieran que saltar a la península y sustanciar una base de profesionales que ayudaran a mejorar la salud de la ciudadanía. Ahora, si los cálculos estimativos de la UIB son acertados, solo una veintena de los sesenta discentes serán baleares, ocho menos que los profesores contratados para impartir las doce asignaturas del primer curso.
Con el permiso del director general de presupuestos, cada alumno balear supondrá este fin de año un gasto equivalente a diez mil euros públicos ¡cada mes! Eso, si se logra encajar una partida que Joan Carrió reconoció factible solo en un marco más flexible de déficit público y cuyo incremento en el techo de gasto no ha podido aprobar todavía el Gobierno en funciones.

Aunque se canalicen fondos europeos y se reciban ayudas desde el Instituto Carlos III, sería justo seguir de cerca la eficiencia de una inversión de tamaña desproporción y cuál es el retorno real que nos aporta en un contexto de distrito universitario único y como germen de un Sistema de Salud de gestión transferida, pero al que puede acceder cualquier licenciado o graduado, incluso de fuera de España.

Es preferible creer que el estímulo del sector biotecnológico, la creación de valor añadido a nuestro monopolio turístico y el auge de la investigación serán medibles a medio plazo y hagan desaparecer de nuestra suspicacia el temor a que esta obstinación obedece a intereses ocultos o partidistas.

Las más de 1.400 solicitudes y la prevista nota de corte, superior al 12.5, han quedado aminoradas por la selección natural y las falsas expectativas que se crearon. Con cuatro décimas menos se ha accedido al aula clínica, mayoritariamente femenina y foránea, porque otras universidades han merecido más crédito para decenas de estudiantes, incluso baleares, como probablemente habría sido deseable para algunos de los que inician su formación en Palma, si hubieran podido recibir la tercera parte de lo que nos costarán sus estudios en la isla.

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