Si Gálvez tiene un partido más o deja de tenerlo no reviste la menor importancia. De hecho poner a un entrenador a plazo fijo es otra de las barbaridades que se dan en este club, otrora caballeroso y gentil, que ahora amenaza con celebrar su centenario dividido y desenraizado. Sobre una cabalgadura de silencios cómplices, la oscura vida del Mallorca galopa hacia un infinito incierto. La grada móvil del fondo norte ya no se llenó el sábado pasado pese a la generosidad con la que se reparten invitaciones ni, como es natural, tuvo la menor influencia en el desarrollo del partido. Esa presión del público de la que tanto se habla pertenece al pasado. Hoy no hay público ni tampoco presión.
En diez días se abrirá el mercado de invierno. Se ha pasado del “en enero no harán falta fichajes” enarbolado por el cesado y engañado Ferrer, a la ampliación aún no desembolsada de veinte millones y a la contratación de“entre tres y cinco jugadores” para reforzar, no lo olvidemos, al “segundo equipo de la categoría que mejor fútbol practica”. Otro contrasentido al saco, repleto ya de incoherencias.
Atrás y sin ira se quedan las fotos del presidente en una terraza junto a Kebé, una incorporación de lujo que no duró una semana en Palma. Los brasileños, presentados a bombo y platillo en un hotel de la Playa de Palma, “deseados por un montón de clubs europeos”, no juegan ni el partidillo de los jueves. Y “la mejor delantera de Segunda” (Bianchi y Coro), se ha reducido a la menos goleadora solamente superada por la del filial del Athlétic aunque, eso si, a precio de Primera por lo que se refiere al italiano.
Pese a las evidencias, el entorno desprende indulgencia. El apellido Nadal calla muchas bocas, seca no pocas plumas y donde no llega caben otros recursos. Pero es Navidad y Utz Claassen esgrime el mensaje del perdón. No el suyo, que ya lo tiene, sino el de los acreedores del club.
La esperanza se mide sin fotos, bombos ni platillos. El mallorquinismo demanda futbolistas de mayor rango y menos comunicados pomposos porque como no cambien las cosas, los idus de marzo nos pillarán con más deconstrucción que fastos.