Diríase que la intervención de la secretaria general de NN.GG. del PP en el País Vasco ha caído como un jarro de agua del tiempo entre las filas de la cúpula de dicha formación política. Sin embargo, si uno retrocede en el tiempo, las palabras de Beatriz Álvarez dan pie a una reflexión sobre qué es, a quién representa y en qué punto del espectro político se encuentra el actual PP. Y, sinceramente, la respuesta a esa posible pregunta ni es clara ni es diáfana. Mientras Beatriz reclama un retorno a las raíces de un partido de centro derecha, mientras intenta recuperar el discurso al cual se unió en temprana edad, el entorno que rodea a ese PP, no se asemeja en nada al que reclaman sus palabras. Ahí está un ser híbrido, la Presidente madrileña Cifuentes, declarándose republicana, agnóstica, pro matrimonio gay, pro abortista y no se sabe cuántas cosas más. Obviamente de “humanismo cristiano”, ni habla ni sabe lo que es. Ella sigue erre que erre con lo de la ideología de género, con el mantra de la igualdad de género, con la homofobia y demás “virtudes cívicas” que la han enamorado. Eso sí, no tiene inconveniente alguno en agenciarse un paraguas o un bolsito con los colores de la bandera española. Contradicción impropia de una republicana convencida. Y ahí tenemos, también, a la ministra de la cosa de la igualdad, anunciando, una vez más, el gran pacto para incidir en la “discriminación positiva” a favor de la mujer. Desde tales ejemplos cabe preguntarse qué hace una chica como Beatriz Álvarez en el partido de Cifuentes.
Son los elevados ejecutivos populares quienes repiten, orgullosos, los números de la macroeconomía, de los porcentajes de crecimiento económico, de disminución del paro, y, sinceramente, al otro lado del espejo el panorama es completamente distinto. Una multitud, grande o pequeña, está echando un tremendo pulso separatista al gobierno y éste se dedica a poner pleitos. Un independentista huido tiene más minutos en la televisión que nuestro ministro de Asuntos Exteriores. Una vicepresidente apostó por la vía judicial para afrontar un problema político y llevamos meses atascados entre folios y comparecencias, sin que nadie haya cedido un paso en la confrontación. Ni, por descontado, una sola voz de entre los dirigentes se haya atrevido a afirmar que se ha cometido el error de judicializar una solución, cuando debiera haberse escogido la senda de la política. Sinceramente, no sé qué hay detrás de tanto abogado del estado, pero lo que sí sé es que la Rovira, los Jordis, la Artadi, el Puigdemont y demás, se están riendo de todo un gobierno y de una nación al tiempo que siguen en sus treces de no renunciar ni a una coma en su deseo de implantar la república catalana, sola o con leche. Con el Presidente del Gobierno anunciando que la situación del país es normal, con los problemas en vías de solución, la U.E. se mantiene imperturbable ante les “normalidad” que incluye la absoluta pasividad del gobierno español, al no exigir una acción política contundente ajustada y proporcional al delito, rebelión y sedición, acaecido en uno de sus Estados miembros.
Será normal, pero, sinceramente, esa normalidad no se refleja en ningún telediario. Asesinatos, violaciones, ataques sexuales, acoso escolar, fratricidios, son noticias diarias, sin que la Ley Integral contra la Violencia de Género, semeje que, desde 2005, año de su promulgación, haya hecho nada en favor de ninguna de esas mujeres que, ahora son mediáticamente utilizadas en pro de una ideología pro género tan inútil como falsaria. Y el PP, jugando a salvar la cara utilizando los esquemas de una socialdemocracia tan obsoleta como la democracia cristiana de Aldo Moro. Un PP que, sinceramente, no solamente resulta irreconocible sino que está claro que ha renunciado a sus raíces, a sus principios básicos para adentrarse en el terreno del adversario, despreciando cualquier deseo de liderar ideológicamente a la sociedad. Un PP que acabó con hombres y mujeres como San Gil, y que acabará con voces valientes como las de Beatriz Álvarez, sin que se vislumbre en el horizonte mentes que puedan sustituirlas o reemplazarlas, porque, en el fondo, no le interesa a los Maillo, a los Maroto, a las Levy, que exista una mina de personalidades con los ideales y los principios anclados en la esencia del centro derecha, conservador, liberal y éticamente definido. El guía supremo se ha rodeado de la duda, de la incertidumbre y en ella entiende que mantendrá o alcanzará el poder, y, con tal estrategia, ni hay líder, ni hay ideología, ni hay partido; hay estructura de poder, pero poco más. Con personajes como Cifuentes y tantos otros, será imposible alcanzar el triunfo en la batalla de la ideas y lograr ser culturalmente hegemónicos. Ahíto de ansia de poder, el actual PP se está muriendo de inanición ideológica, usurpando su espacio la ambición personal, mientras el antiguo voto cautivo, el fiel votante conservador, se pregunta si, sinceramente, vale la pena continuar con esa lealtad. Y entretanto padres y abuelos se mantienen en la duda, los hijos y los nietos, los jóvenes, al estilo Beatriz Álvarez, votan a Ciudadanos.





